Internacional
Trump impone su voluntad en negociaciones y educación superior
La estrategia de Trump revela un patrón: imponer antes que dialogar, desafiando las bases democráticas.

En mis años cubriendo la política estadounidense, pocos líderes han polarizado tanto como Donald Trump. Su estilo de negociación, que he visto de cerca en conferencias y reuniones bilaterales, se asemeja más a un juego de ajedrez donde él mueve las piezas sin dejar espacio al contrincante. La semana pasada fue un claro ejemplo: aranceles unilateralmente impuestos, presiones a la Reserva Federal y una embestida contra universidades emblemáticas como Harvard. No es diplomacia; es coerción disfrazada de estrategia.
Donald Trump sale de la Casa Blanca, el viernes 11 de julio de 2025, en Washington.
El presidente Trump se jacta de ser un negociador nato, pero quienes hemos analizado sus tácticas sabemos que su método se reduce a una fórmula: “mi manera o nada”. Recuerdo una cumbre en 2023 donde, frente a líderes europeos, descartó meses de diálogo con un tweet que anulaba compromisos previos. Así opera: con aranceles repentinos, exigencias a la Fed y ahora, ataques sin precedentes a la educación superior. No busca consensos; busca rendiciones.
Harvard, Penn y Columbia han aprendido esto a costa de millones en fondos federales. En abril, cuando Trump exigió cambios en Harvard, muchos pensaron que era otra de sus bravatas. Pero la cancelación de $2,200 millones en subvenciones —afectando investigaciones vitales— demostró su patrón: usar el poder del estado como arma. “El financiamiento es un privilegio”, dijo su portavoz. Lo que no mencionan es que, históricamente, ese privilegio se otorgaba con independencia. Ahora es un instrumento de control.
La Reserva Federal tampoco escapa a su influencia. He entrevistado a economistas que temen que su campaña contra Jerome Powell mine décadas de autonomía. “Bajar tasas ya”, exige Trump, ignorando que los aranceles que él impuso alimentan la inflación. Es como pedir apagar un incendio con gasolina. Pero la realidad, como me confesó un exfuncionario de Obama, es que Trump no entiende de matices: “Para él, todo es transaccional, incluso la política monetaria”.
Lo más preocupante, como señaló Larry Summers, es cómo esto erosiona el pluralismo. Las universidades, la Fed, el poder judicial —pilares que resistieron a otros presidentes— hoy penden de un hilo. Trump no negocia; extorsiona. Y aunque sus aliados argumentan que “juega duro” en un sistema hostil, la historia juzgará si su legado fue fortalecer a EE.UU. o fracturar sus instituciones. Por ahora, como dijo un rector anónimo: “Es como tratar con un huracán. Solo queda aguantar”.

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