WASHINGTON.- Desde mi perspectiva, tras años observando la mecánica de poder en la capital estadounidense, puedo afirmar que estas escenas previas a una posible crisis tienen un guion recurrente. El presidente Donald Trump saluda al coronel Christopher M. Robinson, comandante de la 89na Ala Aerotransportada, en la Base Conjunta Andrews. Estas interacciones protocolarias, aunque parecen rutinarias, a menudo enmarcan momentos de alta tensión política. He aprendido que la calma en Andrews suele preceder a la tormenta en Capitol Hill.
La verdadera batalla, la que se libra lejos de los aviones y los campos de golf, se desarrollará el lunes en la Casa Blanca. La experiencia me ha enseñado que reunirse con los cuatro principales líderes del Congreso justo un día antes del plazo para financiar al gobierno es una jugada calculada. No es la primera vez que se baila al borde del precipicio de un cierre federal. He visto cómo estas negociaciones de último minuto pueden salvar la situación o, por el contrario, desencadenar el caos administrativo. La sabiduría práctica dicta que, más allá de las posturas públicas, el arte del acuerdo y la voluntad de ceder son los únicos antídotos reales contra la parálisis. El país espera, una vez más, que sus líderes encuentren un punto en común.
