Tras años observando la compleja mecánica de la diplomacia en tiempos de guerra, puedo afirmar que el momento actual entre Ucrania y sus aliados es uno de los más delicados. La noticia de que el presidente Volodymyr Zelenskyy presentará nuevas propuestas de paz a los negociadores estadounidenses, para luego reunirse con los líderes de la llamada “Coalición de los Dispuestos”, no es un mero trámite. Es una jugada estratégica nacida de la necesidad. He visto cómo, en estas circunstancias, un líder debe caminar sobre la cuerda floja más fina: defender la soberanía de su nación mientras demuestra flexibilidad a socios cuyas prioridades geopolíticas pueden estar cambiando. La advertencia de los líderes europeos sobre un “momento crítico” en las negociaciones es un eufemismo que cualquier experto en conflictos entiende como una señal de máxima presión.
La experiencia me ha enseñado que cuando una potencia como Estados Unidos impulsa un “compromiso rápido“, el margen de maniobra para el país en primera línea, en este caso Ucrania, se reduce dramáticamente. Zelenskyy no solo negocia con Moscú; su tarea más inmediata es convencer a Washington y a las capitales europeas de que cualquier acuerdo debe ser justo y servir como disuasión futura. La lección histórica es clara: una paz apresurada y desequilibrada suele ser un preludio de un conflicto renovado. Por eso, su gira relámpago por Londres, Bruselas y Roma busca consolidar un frente unido que contrarreste una propuesta inicial que, según se filtra, se inclinaba peligrosamente hacia las exigencias del Kremlin.
La cuestión electoral: una trampa política con disfraz democrático
La sugerencia de celebrar elecciones presidenciales en medio de una invasión es un tema que conozco bien. No es una cuestión de democracia, sino de viabilidad y seguridad. Zelenskyy ha respondido con una astucia práctica que solo se adquiere en el campo: acepta en principio, pero establece condiciones irrefutables. ¿Cómo se vota bajo ataques de misiles? ¿Cómo participan los millones de desplazados y los ciudadanos bajo ocupación rusa? Su petición de una garantía de seguridad por parte de los aliados para un proceso en 90 días es un movimiento maestro. Expone la realidad sobre el terreno y traslada la responsabilidad a quienes piden los comicios. En mi trayectoria, he aprendido que cuando te presionan con argumentos teóricos, la mejor respuesta es confrontarlos con los hechos logísticos y humanos concretos.
El flujo de la ayuda militar: el termómetro real del compromiso
Aquí es donde la teoría choca con la práctica cruda. Los discursos de apoyo son efímeros; la ayuda militar concreta es el lenguaje verdadero de la alianza. Los datos del Instituto Kiel son elocuentes: a pesar de los aumentos de países nórdicos y de Alemania, la caída general este año es alarmante. He sido testigo de cómo estas fluctuaciones no son solo números en un gráfico; se traducen directamente en vidas en el frente. La decisión de la administración Trump de condicionar los envíos al pago de otros aliados de la OTAN ha creado una fragmentación peligrosa. Mientras España e Italia reducen su contribución, el mensaje que recibe el Kremlin es de división y fatiga occidental. En este juego, la consistencia del apoyo es tan crucial como su volumen inicial.
La paradoja final, que cualquier analista experimentado reconoce, es la postura de Washington. Busca “restablecer la estabilidad estratégica con Rusia” mientras el canciller ruso Serguéi Lavrov elogia a Trump como el único líder occidental que “comprende” las causas del conflicto. Esto coloca a Ucrania en una posición casi imposible: negociar mientras un mediador clave parece simpatizar más con la narrativa del agresor. La sabiduría práctica en estos casos dicta que Zelenskyy debe diversificar desesperadamente sus apoyos y preparar a su nación para una larga reconstrucción, tanto física como diplomática, independientemente del resultado inmediato de estas conversaciones. El camino hacia la paz rara vez es una línea recta, y esta etapa parece ser uno de sus giros más sinuosos y reveladores.
