KIEV, Ucrania
Desde mi perspectiva, tras años analizando geopolítica, puedo afirmar que este movimiento de Volodymyr Zelenskyy hacia Washington representa una jugada calculada en el complejo tablero de la diplomacia internacional. Recuerdo crisis pasadas donde la provisión de armamento era un tema delicado; hoy, la solicitud de sistemas de defensa aérea y misiles de largo alcance como los Tomahawk no es solo una petición logística, sino una estrategia para modificar el equilibrio de poder en la región.
Zelenskyy confirmó que un posible encuentro con Donald Trump este viernes, además de reuniones con empresas del sector defensa y energía, así como con miembros del Congreso, podría definir el rumbe del conflicto. He sido testigo de cómo estas conversaciones preliminares, lideradas también por la primera ministra Yulia Svyrydenko, suelen ser el preludio de acuerdos sustanciales. Los temas centrales, según sus declaraciones, serán el fortalecimiento de la capacidad de disuasión ucraniana y la protección de su infraestructura energética, que ha sufrido un implacable bombardeo ruso.
La reciente llamada telefónica entre Zelenskyy y Trump, descrita como “muy productiva”, y la posterior advertencia de Trump a Rusia sobre el envío de misiles de crucero, reflejan una táctica de presión que, en mi experiencia, busca forzar una negociación. Moscú ha manifestado “extrema preocupación” ante esta posibilidad, y el presidente Vladímir Putin ha insinuado que tal provisión dañaría gravemente las relaciones bilaterales. He aprendido que estas declaraciones no son meras formalidades; son advertencias que anteceden a escaladas.
Mientras, Rusia ha intensificado sus ataques en las últimas semanas, apuntando específicamente a la infraestructura de electricidad y gas en un intento por paralizar la red ucraniana antes del invierno. El Servicio Estatal de Emergencias de Ucrania reportó los ataques más severos en el puerto de Odesa y la región de Chernihiv, con un saldo trágico de una persona fallecida. Esta ofensiva sobre infraestructura crítica es una lección antigua en la guerra: quien controla la energía, influye en la moral pública.
En el frente europeo, la alta representante de la UE, Kaja Kallas, prometió mantener la presión sobre Moscú y expresó confianza en superar las objeciones lideradas por Hungría a un nuevo paquete de sanciones. Su reflexión sobre la financiación y la necesidad de ayudar a Ucrania a defenderse para evitar costes mayores en reconstrucción resume una verdad práctica que he visto repetirse en conflictos: la prevención mediante el apoyo estratégico es siempre más eficiente que la reparación posterior. Con 27 Estados miembros, los consensos toman tiempo, pero la historia reciente sugiere que, eventualmente, se logra una decisión unificada.