Austeridad y “justa medianía”: ¿principio o espejismo?

“La austeridad se predica fácil, pero… ¿se practica igual?”

En la política mexicana hay palabras que funcionan como tambores: suenan una y otra vez hasta volverse parte del ambiente. Una de ellas es austeridad. Desde el inicio de la 4T, el término se convirtió en bandera y en escudo: gobernar bien significa recortar lujos, reducir privilegios y vivir, dicen, en la llamada “justa medianía”.

El concepto tiene raíz histórica. Benito Juárez lo enarboló en el siglo XIX como un principio moral: el servidor público debía vivir sin excesos, a la par del pueblo y lejos de la ostentación. Hoy, el discurso lo retoma la actual administración como prueba de congruencia, como recordatorio de que la política debe servir y no servirse.

Sin embargo, la realidad suele ser más compleja que el discurso. Mientras se anuncian recortes a viajes, residencias oficiales o escoltas, también circulan imágenes de funcionarios en restaurantes exclusivos, vacaciones fuera del país y eventos privados rodeados de empresarios de alto perfil. Para algunos, son episodios aislados que no desvirtúan el proyecto; para otros, grietas visibles en la narrativa de sobriedad.

Lo cierto es que la austeridad se ha vuelto un espejo incómodo: refleja tanto la promesa de un gobierno distinto como las contradicciones inevitables de un sistema político costoso y cargado de simbolismos. La discusión no está en los recortes presupuestales, sino en la congruencia entre el dicho y el hecho.

La pregunta, entonces, se queda flotando:
¿la “justa medianía” es una ruta viable para la política mexicana contemporánea, o solo un ideal histórico convertido en eslogan?

Te invito  a debatir esta columna en nuestras redes sociales, compartenos tu oscuro penseamiento.

Columna elaborada por:

La sombra desde la banqueta