No todos los héroes usan capa. Algunos usan short, grip de raqueta y se conectan al Congreso por Zoom. Cuauhtémoc Blanco, sí, el mismo que alguna vez metió goles de chilena, hoy mete “asistencias”… pero en la Cámara de Diputados. Literal.
La escena parece sacada de una comedia política escrita por Cantinflas con guion de Club de Cuervos: el exfutbolista aparece en su videollamada legislativa, sudado, jadeando, mientras al fondo suena el golpe seco de una pelota contra el cristal. “Me pueden poner asistencia, por favor”, dice entre raquetazo y raquetazo, como si estuviera pidiendo cambio en un torneo de colonia. Acto seguido, apaga la cámara y sigue jugando. Golazo.
Sus compañeros lo notan. Uno del PRI suelta el grito: “¡Está jugando pádel, no sabe ni qué está votando!”. Pero Cuau ni se inmuta. Tal vez pensó que “votar” era una nueva modalidad del deporte: pádel con puntos legislativos.
Monreal, desde Morena, trató de salvar la jugada con su clásico discurso de papá político: “Ya están grandecitos para saber lo que tienen que hacer”. Pero lo cierto es que la política mexicana ya no se juega en el Congreso, se juega en canchas privadas, con micrófono abierto y consciencia cerrada.
Y ahí está la metáfora perfecta: mientras el país se hunde en temas de agua, el “Temo” anda buscando la bola. Mientras se discuten leyes de presupuesto, él discute si el saque fue bueno. Pero tranquilos, no pasa nada: se registró presente. Y en México, con eso basta.
Cuauhtémoc reinventó la figura del diputado: mitad atleta, mitad holograma. No legisla, pero suda. No debate, pero calienta. Y así, entre raquetazos y risas, demostró que sí hay deporte nacional más rentable que el fútbol: hacer como que trabajas desde Zoom.
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La sombra desde la banqueta