En México ya no no llueve corrupcion, nos llueven los mismos, nomás cambian de color el impermeable.
Dicen que el FONDEN era el paraguas de México cuando caía el cielo a cubetadas. Nació en los noventa para protegernos de los desastres naturales, pero acabó convertido en un lodazal burocrático donde algunos aprendieron que, si el desastre no llega, se puede inventar. Durante años, ese fondo fue el “banco de la desgracia”: cuando temblaba, llovía o se incendiaba, el dinero caía como agua de temporal… pero no siempre llegaba al pueblo, sino a las cuentas de quienes sabían cómo mojarse sin empaparse.
En tiempos de Peña Nieto, el hombre con el paraguas en la mano se llamaba José María “Chema” Tapia Franco, director del FONDEN. Su gestión fue tan discreta que pocos supieron su nombre, hasta que aparecieron los rastros: casas de lujo en Houston, un departamento en Miami y contratos bajo la sombra del COVID que olían más a negocio que a auxilio. Hoy, el mismo “Chema” se pasea con chaleco guinda: se volvió militante de Morena en Querétaro.
Sí, el ex priista que manejó el fondo de los desastres hoy busca votos bajo la bandera de la 4T. Ironías mexicanas: el hombre que dirigió el FONDEN terminó refugiado en el partido que lo desapareció.
El discurso oficial dice que el FONDEN se acabó por corrupto. Y vaya que lo era. Pero desaparecerlo fue como apagar la alarma de incendios porque el vecino fuma. Sin ese fondo, el país quedó sin colchón financiero para emergencias; y hoy, mientras Veracruz, Hidalgo y Puebla se ahogan bajo el agua, el gobierno promete apoyos “directos y sin intermediarios”… aunque el dinero sigue sin llegar.
El paraguas ya no existe, y la tormenta no avisa.
La presidenta Sheinbaum, en un acto reciente, culpó a los viejos administradores del FONDEN —sí, como Tapia— por el desastre del pasado. Pero la pregunta incómoda queda flotando: ¿y los damnificados de hoy, a quién le rezan? Porque ni los seguros se activan, ni los recursos llegan, ni los discursos secan el lodo.
Al final, el FONDEN no murió por corrupción: lo mató la política. Lo usaron los de antes para enriquecerse y los de ahora para justificar su desaparición. Mientras tanto, el país sigue bajo lluvia, con las manos al cielo y sin paraguas.