De la Graduación de la Corrupción a los Santos Adorados

“En México, los corruptos no se jubilan… se reinventan como santos de Morena.”

En México, los políticos no mueren… reencarnan en Morena.
Es la nueva iglesia de la pureza pública: se entra pecador y se sale santo, se entra priísta y se sale revolucionario del pueblo. La única misa obligatoria es besar la mano correcta… y el presupuesto llega por milagro de transferencia bancaria.

Hoy vemos desfilar a exgobernadores, alcaldes y senadores que hace unos años juraban lealtad al tricolor o al azul, y que ahora ondean la bandera guinda como si hubieran nacido en la revolución de 2018.
Les bastó confesar sus pecados en cadena nacional y jurar amor eterno al “proyecto de nación” para obtener absolución inmediata y, de paso, un hueso nuevo.

El PRI y el PAN se convirtieron en seminarios de formación morenista: ahí se aprende a negociar, a simular y a sonreír mientras el pueblo aplaude.
Morena no es la tumba del sistema, es su reencarnación con filtro de TikTok.
El discurso cambió, los rostros no.
Los corruptos de ayer hoy son próceres del cambio, canonizados con una conferencia matutina y tres selfies en campaña.

Lo más irónico es que el pueblo —ese que gritaba “¡Fuera los mismos de siempre!”— ahora les rinde culto como si fueran mártires del nuevo régimen.
En este país, el perdón político se imprime en formato PDF, con logo guinda y firma digital.
Los que deberían estar rindiendo cuentas están repartiendo bendiciones… y presupuestos.

Porque en México no se castiga la corrupción: se gradúa, se maquilla y se canoniza.
Y mientras la toga es del color que esté de moda, el cinismo siempre combina con todo.

Columna elaborado por
La sombra desde la banqueta

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