Dicen que cuando el campo truena, la política se arrodilla. Y así fue: bastaron unos tractores cruzando las carreteras del Bajío para que el Gobierno sacara la pluma y firmara lo que hoy llaman “el acuerdo de los agricultores”. Un documento cocinado a fuego político y presentado como solución milagrosa para calmar los bloqueos que ya olían a revuelta.
El pacto promete subsidios de 950 pesos por tonelada de maíz, créditos blandos, seguros agropecuarios y hasta un “mecanismo de estabilidad de precios” que suena a magia contable. Detrás de la foto oficial, los agricultores del Bajío suspiran con desconfianza: saben que los programas llegan tarde, los pagos se retrasan y las promesas se diluyen entre comunicados y aplausos.
Pero este no es el primer intento de paz rural. Desde 2024, el llamado Acuerdo de Chinameca había puesto sobre la mesa la idea de una “República Rural Justa y Soberana”. Se firmó con líderes campesinos, indígenas y afromexicanos, bajo un sol que partía la tierra y discursos que prometían una nueva era de justicia para el campo. Hoy, ese acuerdo duerme en el cajón de los buenos propósitos, mientras la realidad del maíz se mide en toneladas de frustración.
El gobierno celebra haber evitado un conflicto mayor, pero la crisis sigue ardiendo bajo la tierra. Los precios del maíz se desplomaron —de casi siete mil pesos por tonelada a poco más de tres mil— y el subsidio apenas alcanza para llenar el tanque del tractor. Mientras tanto, la industria tortillera presume un acuerdo para bajar un 5 % el precio al consumidor, una cifra que suena más a maniobra de imagen que a alivio real.
El campo mexicano no pide milagros: pide coherencia. No quiere discursos de soberanía alimentaria mientras se firman acuerdos agroalimentarios con Estados Unidos. No quiere subsidios de emergencia, sino políticas que garanticen precios justos y continuidad. Porque si los tractores vuelven a tomar las carreteras, esta vez no será por protesta, sino por supervivencia.
La tierra ya habló. Falta ver si el gobierno escucha… o si vuelve a sembrar promesas en suelo árido.
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La sombra desde la banqueta

















