Factureros: el negocio que se volvió fantasma oficial

“Cuando el SAT prende la lupa, hasta los fantasmas de las facturas sudan frío bajo la alfombra del Congreso…”

En el barrio todos lo saben: las facturas falsas eran el secreto peor guardado de México. Medio mundo las usaba, desde la pyme que quería rascarle unos pesos al SAT, hasta políticos que llenaban cajones con papelitos mágicos que hacían desaparecer millones.

Hoy, la novedad: Sheinbaum saca el abanico y dice que va contra los “factureros”. No con reforma fiscal brava, sino con bisturí quirúrgico: cerrar los hoyitos por donde se fugan los billetes. Y ojo, que ya no es chisme: desde 2019, vender o usar facturas piratas es como meterte a la delincuencia organizada con traje y corbata.

La escena parece de carpa: empresarios disfrazados de superhéroes, facturas con antifaz, y políticos aplaudiendo en la primera fila. Mientras tanto, la recaudación sube solita como globo de feria: 4.1 billones en ocho meses, más que en los tiempos del “ya saben quién”. Aduanas exprimidas, paqueterías encueradas y hasta un impuesto nuevo que huele a delivery fiscal.

Pero entre pasillo y pasillo del Congreso se comenta bajito: ¿y si esta guerra contra factureros sirve también para pasar la escoba por debajo de la alfombra política? Porque no nos hagamos, los árboles más gordos de este bosque no son precisamente los que venden facturas en la esquina.

Al final, la caricatura queda clara: el SAT con lupa, los factureros corriendo en calzones, y el pueblo mirando como si fuera función de lucha libre. La pregunta es… ¿qué políticos caerán en la tercera caída?

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La sombra desde la banqueta