La Cátedra del PRIAN: cuando la moral da conferencias

“En Tamaulipas se celebró la nueva misa del poder: Luisa María Alcalde en el altar, el PRIAN como demonio y los priístas arrepentidos pidiendo perdón en guinda.”

Ciudad Victoria amaneció con sillas de banquete, banderas guindas y la ilusión de escuchar algo nuevo. Entró Luisa María Alcalde —peinada de institucionalidad y con sonrisa de “yo no me meto, pero sí señalo”— y prendió el micrófono. Lo que siguió fue menos conferencia y más del mismo versiculo político: una homilía donde el demonio se llama PRIAN y el huachicol fiscal es pecado capital.

La dirigente de Morena llegó a Tamaulipas a “reforzar estructuras”, pero terminó construyendo un púlpito de moral política. Prometió cero impunidad y advirtió que “Morena no es igual al PRIAN”, como si bastara con repetirlo tres veces para espantar los fantasmas del pasado. Se refirió a Cabeza de Vaca como “símbolo del saqueo, el cinismo y la corrupción”, y de paso lo bautizó como santo patrono del viejo régimen. Mientras desde la banqueta, los curiosos asentían: “Sí, pero los nuevos ya se parecen mucho a los viejos”, murmuró uno mientras apagaba su cigarro.

Entre los aplausos, dedicó un pasaje entero a la palabra más sagrada del guion oficial: austeridad. Dijo que el poder debía ejercerse con humildad, sin lujos ni ostentaciones, porque la transformación —aseguró— se construye desde la sobriedad. Que la congruencia era la nueva riqueza y la sencillez, el uniforme del cambio. Pero en los pasillos se comentaba lo de siempre: que la austeridad en México es como la fe, se predica mucho y se practica poco. En un país donde los discursos viajan en suburban blindada y se hospedan en hotel de cinco  estrellas o diamentes y la humildad termina siendo solo un concepto con chofer asignado, O como diria chico- che ” quien ponpo”.

Alcalde no evitó el tema espinoso: el huachicol fiscal, ese arte de robar gasolina con recibos, no con bidones. Dijo que si alguien en su partido está metido en eso, “se va a investigar, se trate de quien se trate”. El público aplaudió… pero nadie preguntó quién investiga a los que investigan. En Tamaulipas, donde los ductos cruzan más promesas que petróleo, el huachicol ya no es delito: es tradición política con factura y RFC y utilizado como caja chica para pagar los acarreos.

También habló —con tono de quien camina sobre vidrio— de los políticos vinculados al crimen organizado. “No hay complicidades”, repitió, sin mirar hacia atrás. Pero el eco de sus palabras resonó entre nombres y apellidos que el público ya conoce sin necesidad de boletines. Tamaulipas es un laboratorio perfecto donde el crimen no necesita infiltrarse: ya tiene puesto, credencial de elector y fuero.

Y mientras se predica moral, los viejos priístas se confiesan en la sacristía guinda. Exalcaldes con expediente, exdiputados con trienios en el olvido y exsecretarios del “nuevo PRI” ahora portan la camiseta de Morena como si hubieran nacido en la 4T. Llegan con sonrisa de redención, pero traen el colmillo pintado del mismo color del logotipo anterior. En los mítines hablan de “transformación”, pero cobran con la misma factura: contratos, compadrazgos y nepotismos. Ya no reparten despensas con el logo tricolor… ahora las entregan con frases de austeridad republicana y selfies comunitarias. La metamorfosis es perfecta: de dinosaurios a colibríes, pero con el mismo apetito presupuestal.

El viejo truco político sigue vigente: si no puedes resolver los problemas, recuérdale al pueblo quién los causó. El PRIAN fue su villano favorito del día, esa criatura de dos cabezas que sirve para justificar todo. Mientras tanto, los alcaldes de Morena toman nota: la conferencia no era una cátedra de ética, sino un manual de campaña anticipada.

En Ciudad Victoria no hubo nuevos anuncios ni políticas concretas, solo la reafirmación de una fe: que el pasado tiene la culpa, el presente es puro, y el futuro se escribe con tinta guinda. Pero el pueblo ya aprendió la lección: en México, todos los gobiernos empiezan prometiendo limpiar la casa… y terminan barriendo la mugre bajo la alfombra.

Columna elaborado por:

La sombra desde la banqueta.

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