En la banqueta me encontré un letrero luminoso que decía: “Se solicitan concesionarios para operar la marca Gobierno™: inversión mínima, riesgo cero, impunidad incluida”. Y atrás, un burócrata repartía folletos como si vendiera hamburguesas… pero con sello oficial.
Dicen que las franquicias exitosas se replican rápido. Pues el Estado las supera: cada dependencia opera como un Oxxo del poder, abierta 24/7, pero sin recibo, sin inventario y con una caja registradora que nunca cuadra… convenientemente. La diferencia es que aquí no se vende café: se vende influencia, permisos y silencios, todo “sin factura”.
En una esquina, el Funcionario Estrella sonríe como gerente de sucursal. Presume que su Unidad de “Transparencia” es la mejor del país: la que menos responde. Su secreto, dice, es “gestión con los ojos cerrados”, una técnica que asegura cero errores… porque nada se ve.
Mientras tanto, un Empresario de Traje Gris pide su combo completo: contrato directo, trato preferencial y una guarnición de vista gorda. “¿Y la utilidad social?”, pregunta. El dependiente responde con profesionalismo: “Ah, eso está agotado desde el sexenio pasado”.
Al fondo, la clientela común hace fila con documentos en mano, esperando algún trámite que —como la mayoría de sus esperanzas— depende de un sistema que no existe. El letrero de la ventanilla lo confirma: “No hay sistema. Regrese mañana. O nunca”. Es la única política pública con continuidad sexenal.
Y lo curioso es que, aunque la franquicia reporte cero utilidades para el ciudadano, siempre termina con utilidades privadas para quienes operan la caja… incluso cuando la caja está vacía.
Así funciona el modelo: utilidad cero para el pueblo, impunidad total para la sucursal. Es la única franquicia donde “no hay pérdidas”… porque las pagamos nosotros.
Columna elaborada por :
La sombra desde la banqueta















