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Columna Desde La de Banqueta

Maduro, el pez gordo más caro del Caribe

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“Cuando el mar Caribe se convierte en pecera, hasta el pez gordo termina con precio de supermercado.”

En el Caribe no se escuchan olas, se escuchan tambores de guerra. Tres destructores gringos flotan a la orilla de Venezuela como tiburones con el diente afilado, mientras del otro lado Maduro mueve fichas como si la soberanía fuera un juego de mesa y la milicia su ejército de plástico.

Washington ya colgó en la pared el cartel de “Se busca” con la cara del bigotón tropical: 50 millones de dólares de recompensa, lo mismo que costaría fichar a un crack europeo… solo que aquí el fichaje es para una celda en Nueva York. Según la DEA, Maduro no solo reparte discursos, también reparte toneladas de cocaína con sello del “Cártel de los Soles”.

La caricatura es grotesca: aviones privados, mansiones con albercas de mármol, joyas incautadas como si fueran baratijas del tianguis, mientras en Caracas el pueblo hace fila para un kilo de harina. Allá afuera, dicen, Maduro no es presidente: es CEO de un narco–holding que cotiza en la bolsa negra del Caribe.

¿Y qué hace él? Convoca a cuatro millones de milicianos a “defender la patria”. Cuatro millones de uniformados con más consigna que munición. Un ejército de cartón que, si la cosa se pone seria, no resistiría ni un dron de los que él mismo acaba de prohibir. La imagen es brutal: un país entero convertido en cuartel para proteger a un solo hombre.

La pregunta que queda flotando en el aire salado:
¿quién atrapará primero a Maduro, los gringos con su cheque de 50 millones, o la historia misma, que ya lo tiene en la mira como dictador de saldo?

Columna elaborada:
La Sombra de la Banqueta

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