Rubio y Sheinbaum: abrazo en la frontera caliente

“En política exterior, los abrazos también se facturan.”

En Palacio Nacional se montó una escena que parecía sacada de un cómic diplomático. Marco Rubio, republicano de línea dura y ahora secretario de Estado, aterrizó en México con cara de halcón y discurso de predicador. Frente a él lo esperaba Claudia Sheinbaum, invisible bata de científica y sonrisa de cirujana: precisa, sobria, quirúrgica.

La expectativa era de choque, pero lo que se vio fue un apretón de manos que parecía alianza y, al mismo tiempo, pulso disfrazado. Rubio soltó la frase de campaña: “No hay ningún gobierno que coopere más con nosotros que el de México”. Más que declaración diplomática sonó a comercial de detergente: gracias por lavar la ropa sucia de la frontera, nosotros ponemos la plancha en Washington.

El banquete fue claro: tráfico de armas, migración, fentanilo y crimen organizado. Lo que sonaba a tratado histórico terminó en un simple memorándum de entendimiento, ese invento burocrático que presume grandeza pero no obliga a nada. Y aun así, se aplaudió como si fuera Grito de Independencia.

Rubio llegó con cifras bajo el brazo: 90 % menos arrestos migratorios, 55 capos extraditados y 32 % menos crímenes de alto impacto. Sheinbaum respondió con precisión de bisturí: “No existe el Operativo Portero de la DEA”, y con esa frase enfrió la mesa para dejar claro que la soberanía no es de quita y pon.

El cuadro final dejó la caricatura más jugosa: dos políticos vendiendo éxitos frente a cámaras, mientras abajo del mantel se negocia quién paga la fiesta. Porque esta luna de miel en la frontera no es romance, es matrimonio por conveniencia. Estados Unidos necesita números para presumir en campaña, México necesita mostrar músculo sin entregar la bandera. La pregunta queda sembrada: ¿quién se casa con quién y quién termina quedándose con la factura?

✍️ Columna y caricatura elaborada por:
La sombra desde la banqueta