Después de 62 años, Lucrecia Gutiérrez finalmente obtiene su acta de nacimiento y dice sentirse “alguien en la vida”

Matamoros, Tam.– Entre lágrimas y con una sonrisa que le iluminaba el rostro, la señora Lucrecia Gutiérrez Hernández, de 62 años, recibió por primera vez en su vida el documento que la acredita oficialmente como ciudadana mexicana: su acta de nacimiento.

Originaria de un rancho en Matamoros, Tamaulipas, Lucrecia creció al cuidado de su abuelita sin saber que la inscripción en el Registro Civil era un requisito indispensable para tener certeza jurídica. “Yo no sabía de eso, yo solo vivía en el campo”, compartió con nostalgia al recordar su infancia.

Ya en la edad adulta, trató de regularizar su situación. Sin embargo, el camino no fue sencillo. Por más de un año y medio tocó puertas, dio incontables vueltas y hasta recibió cobros indebidos que alcanzaban los 10 mil pesos por un trámite que en realidad debía ser gratuito. La frustración y la impotencia parecían ser su destino.

Pero la perseverancia pudo más. Con apoyo del titular de la Oficialía Primera del Registro Civil en Matamoros, Omar Masso, Lucrecia logró obtener finalmente su acta extemporánea, lo que abrió la posibilidad de tramitar su CURP y credencial oficial.

Al sostener por primera vez el documento en sus manos, sus palabras reflejaron la carga de años de espera: “Estoy feliz y contenta, ya siento que soy alguien, ya siento que ya valgo, me siento bien feliz”, expresó con la voz entrecortada.

La emoción se desbordó no solo porque ahora tiene identidad oficial, sino porque además podrá registrarse en la pensión Bienestar para la Mujer, un apoyo que le brindará tranquilidad en su vida diaria. “Ahora sí, ya podré tener un respaldo, ya no estaré tan desamparada”, comentó.

El caso de Lucrecia es un reflejo de lo que las personas en zonas rurales han enfrentado por décadas: la falta de documentos de identidad que limitan el acceso a derechos básicos como salud, educación y programas sociales.

Hoy, con lágrimas que combinan recuerdos de lucha y la esperanza de un nuevo comienzo, Lucrecia Gutiérrez se convierte en símbolo de que nunca es tarde para obtener lo que brinda dignidad y certeza: el derecho a ser reconocida.

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