El circo presupuestal y el arte de gastar fantasías billonarias

El Gran Teatro de la Hacienda Pública Abre Sus Puertas

En el majestuoso hemiciclo, donde las butacas de piel acogen a los augures de las finanzas patrias, se ha inaugurado oficialmente la temporada del Gran Reparto de Quimeras Billonarias. Con la solemnidad de un sumo sacerdote oficiando un sacrificio, los honorables senadores han iniciado la discusión de la Sagrada Ley de Ingresos, un pergamino que concede poderes divinos para gastar la astronómica cifra de 10.1 billones de pesos, una cantidad tan abstracta y etérea como la promesa de la felicidad universal.

Este ritual, conocido popularmente como “el trámite”, concluye el festín legislativo que ya había santificado otros volúmenes igualmente crípticos: la Ley Federal de Derechos (el derecho a cobrar por todo), el Código Fiscal (el manual para extraer el jugo al contribuyente) y la Ley del IEPS (el impuesto que grava hasta el aire que se respira, si fuera posible). Todo debe estar sellado antes del 31 de octubre, no vaya a ser que la realidad económica irrumpa en el carnaval.

Los Augures Interpretan las Vísceras Fiscales

El sumo sacerdote de la Comisión de Hacienda, Miguel Ángel Yunes, presentó el oráculo con estimaciones prudentes, un eufemismo clásico para designar proyecciones tan optimistas que harían ruborizar a un vendedor de humo. Mientras, su colega de la Comisión de Estudios Legislativos, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, con un nombre que es todo un programa, declaró con pompa que de esta ley “saldrá el dinero para costear la vida de la Nación”. Una confesión involuntaria de que la Nación, al parecer, es un cliente en la tienda de abarrotes cósmica.

El Coro de las Inevitables Disidencias

En toda comedia satírica que se precie, debe haber un coro que grite “¡El rey está desnudo!”. La senadora Claudia Anaya intentó ejercer de niña en el cuento, alegando un subregistro del déficit. Su moción fue rápidamente ahogada en el pantano del procedimiento, porque nada estropea más una fiesta que alguien recordando que no hay suficiente comida.

Por su parte, el senador Luis Donaldo Colosio anunció el voto en contra de su bancada, advirtiendo que la ley “profundizará las desigualdades”. Una herejía en el dogma oficial, que sostiene que se puede rescatar a millones de la pobreza multiplicando la deuda, una suerte de alquimia financiera donde el oro nace del papel moneda.

El Partido Verde, fiel a su tradición de pintar de verde cualquier cosa, incluso los números rojos, alabó el endeudamiento prudente. El PT, en un arrebato de lirismo revolucionario, aseguró que las cifras de pobreza “seguirán mejorando”, como si la miseria fuera una estadística que se domestica con decretos. “Pocas naciones lo pueden decir con énfasis y verdad”, clamó el senador, en una de esas frases que, por su precisión, merecerían estar grabadas en el frontispicio de la Cámara.

La nota tragicómica final la puso el PAN, acusando que el monumental endeudamiento de 1.8 billones no servirá para otra cosa que para pagar los intereses de la deuda del gobierno anterior. Un perfecto ciclo de la estupidez: se contrae una deuda para pagar los intereses de una deuda anterior, en una espiral infinita que algún economista del futuro, sin duda, calificará de “arte performático”.

Así, entre pronósticos etéreos, críticas ahogadas y aplausos programados, avanza la maquinaria de gastar lo que no se tiene para prometer lo que no se puede cumplir. El circo, como siempre, está en funciones.

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