El Espíritu Santo elige a un Papa mientras los obispos practican obediencia filial

En un giro celestial que nadie anticipó (excepto los 120 cardenales con derecho a voto), la Conferencia del Episcopado Mexicano anunció solemnemente que sí, efectivamente, el nuevo Papa es el Papa. Tras siglos de tradición, el Espíritu Santo —asesorado por un comité de liturgia y relaciones públicas— optó por Robert Prevost, quien inmediatamente rebautizó su pontificado como León XIV, porque nada dice “renovación” como revivir un nombre del siglo XIX.

“Estamos absolutamente seguros de que el Espíritu Santo intervino, aunque curiosamente coincida con nuestros votos”, declaró la CEM mientras pulía el diccionario de sinónimos para encontrar 15 formas distintas de decir “obediencia filial” sin sonar redundante. El comunicado oficial, redactado en pergamino virtual, incluía perlas teológicas como “aceptó el cargo con fe y esperanza”, lo que plantea la inquietante pregunta: ¿habría alguien que lo aceptara sin fe, quizá con resignación o un seguro médico generoso?

Los obispos mexicanos —expertos en peregrinar entre residencias de lujo y misas proletarias— prometieron caminar “en sinodalidad”, ese concepto revolucionario donde todos opinan pero solo Roma decide. Como gesto de humildad, solicitaron que la Virgen de Guadalupe —experta en logística milagrosa— guiara al flamante pontífice, aunque omitieron mencionar si también le ayudaría con el desafío más urgente: explicar por qué el cielo necesita otro León después de 13 siglos de ausencia felina en el trono de Pedro.

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Mientras tanto, en el Vaticano, las palomas sagradas se preparan para el próximo consistorio: rumores indican que el Espíritu Santo está considerando modernizar el proceso de elección papal implementando Blockchain, para mayor transparencia (y porque hasta lo divino necesita un white paper en 2025).