El gusano barrenador y el laberinto burocrático en Oaxaca

En un giro tragicómico que Kafka hubiera envidado, el Comité Estatal para el Fomento y Protección Pecuario de Oaxaca (CEFPPO) protagoniza un espectáculo de “el gusano que nunca estuvo allí”. Reyes Jiménez Sánchez, gerente de esta ilustre institución, declaró con solemnidad digna de un oráculo griego que ellos nunca —¡jamás!— han confirmado ese segundo caso fantasma del temible gusano barrenador. ¿Y quién lo hizo? Un detalle menor, porque según él, esa tarea corresponde a otros organismos federales, esos que —suponemos— deben estar ocupados descifrando jeroglíficos burocráticos.

La trama se enreda más que una infestación parasitaria cuando Israel Santiago, presidente del mismo CEFPPO, confesó a EL UNIVERSAL que, oh sorpresa, sí existe un segundo caso en San Pedro Tapanetepec. Pero no teman, ciudadanos: el primer caso en Matías Romero Avendaño fue tan real como el dedo que lo señala… hasta que otro funcionario lo desmienta mañana. Jiménez, en un alarde de claridad institucional, aclaró mediante videograbación (porque lo escrito podría mutar como el gusano) que solo el Senasica tiene el sacrosanto poder de confirmar plagas. ¿Y su presidente? Según él, “nunca se pronunció”. ¿Será que el gusano también devora memorias?

Mientras Oaxaca espera que las autoridades decidan si el insecto existe o es un holograma neoliberal, los ciudadanos pueden consolarse pensando que, al menos, la vigilancia epidemiológica es tan eficaz como un colador para contener agua. ¿El verdadero barrenador? La maquinaria estatal, que perfora certezas con la precisión de una taladradora satírica.