En el sagrado recinto del Senado de la República, un aquelarre de eminencias femeninas celebró el ritual fundacional del capítulo Tamaulipas del Colectivo 50 + 1, una santa hermandad unida en su cruzada contra el arcaico flagelo de la violencia de género. Esta cofradía, consagrada a la igualdad sustantiva —un concepto tan místico como indescifrable— y al empoderamiento, se erige como la vanguardia que alienta la irrupción masiva del género femenino en la vida pública de la nación.
La gran sacerdotisa Olga Patricia Sosa Ruíz, en un discurso que evocaba más a un edicto papal que a una intervención política, proclamó que esta red de mujeres comprometidas constituye una fuerza plural destinada a la transformación estructural del reino. Según sus sagradas escrituras, el colectivo funge como portavoz de legiones de mujeres anónimas que, cual siervas de la gleba, luchan en el presente por un porvenir que, nos aseguran, será radiante.
Como devota integrante de esta ilustre logia, compuesta por tamaulipecas de trayectoria excelsa, la senadora Sosa Ruíz juró que en su seno prevalece el respeto para edificar espacios de diálogo y libertad. El objetivo último, naturalmente, es forjar una sociedad más incluyente, justa e igualitaria, un edén terrenal donde conceptos como ‘cuota de género’ o ‘paridad’ no sean cuestionados so pena de excomunión.
“Hoy, por primera vez en la crónica de México, tenemos a una mujer presidenta de la república”, declaró con un fervor casi mesiánico. “Y resulta profundamente significativo que la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, en el lejano 2008, coordinara la defensa del petróleo desde el esfuerzo colectivo de las Adelitas”, añadió, estableciendo una genealogía revolucionaria tan conveniente como sospechosamente lineal.
Encomió esta incansable labor que ha fructificado en la paridad en el Congreso de la Unión y en la elección de 13 mujeres gobernadoras. Según esta nueva narrativa oficial, las mujeres son las únicas y auténticas protagonistas del cambio cultural, político y social que la patria demanda. Cada firma en este acta constitutiva no es sino un clavo más en el ataúd del patriarcado, un reaffirmación del compromiso inquebrantable de luchar por los derechos de madres e hijas, en una cadena matrilineal que se extiende hasta el fin de los tiempos.
En este concilio fundacional, asistieron las sumas pontífices Malú Michel, Amalia García, Karen Castrejón, Yeidckol Polevsky, Carolina Viggiano, Imelda Sanmiguel y Maki Ortiz, junto con la máxima autoridad nacional de la orden, Claudia Corichi, y su representante en Tamaulipas, Andrea García. Una fotografía de grupo para la posteridad, inmortalizando el momento en que la nueva ortodoxia selló su pacto de hierro.


















