Una Emergencia de Alta Complejidad
Con más años de los que puedo contar respondiendo a emergencias, he aprendido que los incidentes con materiales peligrosos son un desafío aparte. La noticia del descarrilamiento y posterior explosión de un tren en Tepetitlán, Hidalgo, que dejó a una persona con quemaduras graves y a un compañero desaparecido, me trae a la memoria la cruda realidad de estos eventos. Transportar compuestos volátiles como alcohol etílico y hexano es una operación de alto riesgo; una sola falla mecánica, un error humano o un defecto en la vía puede desencadenar una cadena de eventos catastróficos en cuestión de segundos.
Lecciones Aprendidas en el Terreno
Recuerdo una emergencia similar hace una década, donde la subestimación inicial de los vapores intoxicantes casi le cuesta la vida a dos de mis hombres. Por eso, al leer que el personal de seguridad privada presentaba síntomas de intoxicación por humo, sentí un escalofrío. Es una lección que se graba a fuego: el peligro no siempre es visible. Las llamas son solo una parte; los gases y la integridad estructural de los vagones colapsados son amenazas silenciosas y letales. La búsqueda del trabajador desaparecido entre los vagones incendiados es, sin duda, la operación más delicada y angustiante, una carrera contra el reloj donde cada decisión cuenta.
La Respuesta Coordinada es Clave
La teoría en los manuales siempre suena bien, pero la práctica te enseña que el éxito reside en la coordinación. Ver desplegarse a Protección Civil estatal, Seguridad Pública municipal y técnicos especializados, con equipos de protección respiratoria y térmica, es el protocolo correcto. En mi experiencia, establecer de inmediato un perímetro de seguridad de 300 metros no es una exageración, es una necesidad. Es la única manera de proteger a los equipos de primera intervención y a la comunidad, aislando el área del desastre mientras se realizan las labores de contención y enfriamiento.
Más Allá del Control Inicial
Que las autoridades informen que la situación está controlada es un alivio, pero quienes hemos estado allí sabemos que el trabajo apenas comienza. La aplicación de agua a presión y espuma química para sofocar las llamas y evitar la reignición es la fase aguda. Lo que sigue—el monitoreo atmosférico continuo, la remoción controlada de los vagones dañados y la evaluación estructural—es igual de crítico. La verdadera prueba de una respuesta exitosa no es solo apagar el fuego, sino garantizar la seguridad integral de la zona a largo plazo y extraer lecciones que prevengan futuras tragedias. Esta es una dura recordatorio de los riesgos inherentes al transporte de carga peligrosa y de la importancia de la preparación constante.
















