Un hecho ocurrido en una sucursal de Farmacia Guadalajara, ubicada en el cruce de la Avenida Sexta y la calle Bilbao, ha puesto de manifiesto una grave deficiencia en la prestación de servicios básicos dentro de un establecimiento comercial de primera necesidad. La situación, documentada por un ciudadano, muestra a trabajadoras del local extrayendo agua manualmente de un pozo mediante cubetas y cuerdas, ante la ausencia total del suministro por la red municipal.
El núcleo del problema no radica en la tarea física de obtener agua, una necesidad vital, sino en las condiciones estructurales y de gestión que han llevado a este punto. Un establecimiento farmacéutico, por su naturaleza y función social, requiere garantizar estándares básicos de operación e higiene, donde el acceso constante a agua potable es no solo fundamental, sino un requisito sanitario implícito. La ausencia de este servicio evidencia una falla crítica en la infraestructura del inmueble o en la gestión de la empresa para proveer soluciones adecuadas y permanentes.
La escena descrita trasciende lo anecdótico y plantea serias cuestiones sobre las condiciones laborales y de seguridad. Asignar a empleadas, cuyo perfil laboral corresponde a tareas de atención al público y manejo de medicamentos, a la extracción manual de agua de un pozo, supone una desviación de sus funciones contractuales y puede implicar riesgos ergonómicos y de seguridad no evaluados. La responsabilidad de garantizar un entorno de trabajo seguro y equipado recae directamente en la dirección del establecimiento y en la cadena de farmacias a nivel corporativo. La aparente normalización de esta práctica sugiere una falta de protocolos de contingencia y una posible negligencia en el mantenimiento de las instalaciones.
Este incidente actúa como un síntoma de problemas más amplios. Por un lado, refleja las persistentes crisis de abastecimiento de agua que afectan a diversas zonas urbanas, donde la infraestructura pública colapsa o es insuficiente. Por otro, y de manera más preocupante, revela cómo algunas empresas optan por soluciones parche que descargan la consecuencia de estos fallos sistémicos sobre sus trabajadores, en lugar de invertir en sistemas alternativos como tinacos de reserva, bombas o servicios de pipa que no comprometan la dignidad y seguridad del personal.
La llamada a las autoridades de inspección, tanto sanitarias como laborales, es pertinente y necesaria. Una farmacia opera bajo un marco regulatorio estricto precisamente por manejar productos sensibles para la salud pública. La falta de agua puede comprometer la limpieza de las áreas de venta y almacenamiento, la esterilización de instrumentos en áreas de servicios (si las hubiera) y, en definitiva, las condiciones básicas de salubridad. Una revisión exhaustiva debería extenderse más allá de este caso puntual y evaluar el cumplimiento general de los estándares requeridos en este tipo de comercios.
En conclusión, lo observado no es simplemente una imagen curiosa o un inconveniente menor. Es un indicador claro de una gestión deficiente que prioriza la operación continua a cualquier costo, incluso a expensas de las condiciones laborales básicas y de los estándares sanitarios esperados. La solución no pasa solo por restablecer el flujo de agua, sino por auditar los protocolos de la empresa frente a contingencias y reforzar la supervisión para que los espacios que custodian la salud pública operen con la infraestructura y el respeto que merecen tanto los clientes como los empleados.



















