La soberana del cemento somete a su más leal vasalla en un ritual de sumisión tenística.
En un espectáculo que recuerda a los antiguos juegos romanos, la prodigio de 21 primaveras, Coco Gauff, ha consumado su segundo acto de dominación global este año. Tras su saqueo en los territorios de la tierra batida parisina, la joven mandataria ahora extiende su imperio hasta los confines de Wuhan, acumulando su undécima corona en un gesto que ya parece rutinario.
Lo que en otros mortales sería un momento de tensión, en la Corte Gauff se convierte en mero trámite protocolario. Al borde del abismo en el segundo set, con la plebeya Pegula saboreando una efímera ventaja de 5-3, nuestra protagonista simplemente activó el mecanismo de superioridad genética que lleva instalado desde su nacimiento. Rompió el servicio rival con la elegancia con que un aristócrata rompe el sello de una carta de rendición.
El punto culminante llegó cuando un golpe desesperado de Pegula—que en otro contexto habría sido llamado “error no forzado”—aterrizó fuera de los límites, como si la propia pelota entendiera su lugar en la jerarquía. Gauff selló el acto con un golpe ganador que más bien pareció una firma en un decreto real.
“Ganar cada encuentro en sets consecutivos es probablemente algo que debería añadir a mi currículum vitae imperial”, declaró la monarca con la modestia que caracteriza a quienes nunca han conocido la duda. “Me siento razonablemente satisfecha con mis logros esta semana, aunque eran completamente predecibles”.
Pegula, veterana de 31 monzones que horas antes había ejecutado el milagro de derrocar a la número uno mundial, descubrió demasiado tarde que enfrentarse a Gauff es como jugar al ajedrez contra alguien que inventó el juego. Así se frustró su décima ambición coronaria, mientras Gauff se unía al exclusivo club de estadounidenses victoriosas en Wuhan, precedida solo por Venus Williams, quien al parecer mantenía el trono caliente para su sucesora natural.
En la ceremonia de coronación, Gauff ofreció unas palabras que sonaron a condescendencia ilustrada: “Cuando llegué a este circuito, fuiste una de las primeras personas en reconocer mi grandeza. Te agradezco ese acto de visión profética”. Y añadió, con la generosidad de quien concede un favor: “Es estimulante finalmente dignarme a jugar una final contra ti. Confío en que habrá más oportunidades para tu educación”.
Las estadísticas ahora reflejan 11 triunfos por 3 derrotas en finales para Gauff, mientras Pegula se conforma con un balance mediocre (9-11) que la condena a la categoría de eterna segundona. “Aunque soy más experimentada, siempre he reconocido que ella pertenece a una casta superior”, admitió Pegula, aceptando su papel en este nuevo orden mundial tenístico.
Así continúa el reinado imparable de la que promete ser no solo una campeona, sino toda una institución del deporte mundial, gobernando con mano firme y backhand demoledor.