La presidenta Claudia Sheinbaum ha anunciado oficialmente que para el año 2026 está prevista la implementación de un nuevo incremento al salario mínimo en México. Este anuncio no se presenta como una mera declaración de intenciones, sino como un componente estructurado dentro de la política económica de su administración. La mandataria precisó que su gobierno ya se encuentra desarrollando los lineamientos técnicos y los estudios de factibilidad necesarios para definir la magnitud y las características específicas de este ajuste. La formalización y comunicación pública de estos detalles se llevará a cabo en los próximos meses, una vez que se concluya el proceso de análisis y se establezcan los consensos requeridos con los diversos sectores involucrados.
Este movimiento se enmarca en una estrategia continuista de recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores, siguiendo la tendencia de incrementos sostenidos observada en los años recientes. El enfoque metódico en la planeación a mediano plazo busca proporcionar certidumbre tanto a los empleados como al sector empresarial, permitiendo una adaptación paulatina a los nuevos costos laborales. La determinación del monto final no será arbitraria; se espera que considere variables macroeconómicas fundamentales como la inflación proyectada, la productividad nacional y la capacidad de generación de empleo, con el objetivo de equilibrar la mejora en el bienestar de las familias sin desincentivar la inversión privada.
En paralelo a esta medida salarial, la administración federal ha confirmado su respaldo explícito a una de las reformas laborales más significativas de las últimas décadas: la reducción de la jornada laboral semanal. La propuesta busca modificar la Ley Federal del Trabajo para establecer un límite de 40 horas semanales, en lugar de las 48 horas que han estado vigentes durante largo tiempo. Este cambio representa un alineamiento con estándares internacionales más comunes en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y persigue un objetivo dual: mejorar la calidad de vida de los trabajadores al disponer de más tiempo para el descanso, la formación y la vida familiar, y potencialmente impulsar la eficiencia y la productividad por hora trabajada.
Sheinbaum ha subrayado que el proceso para concretar esta reforma se encuentra en una fase avanzada de negociación. El eje central de las discusiones actuales no radica en la conveniencia de la reducción horaria, que cuenta con un amplio respaldo social y político, sino en la definición de los mecanismos de implementación. El desafío técnico y logístico consiste en diseñar una transición ordenada que no genere distorsiones en la operación de las empresas, especialmente en las pequeñas y medianas, y que preserve la estabilidad en el empleo y los ingresos de los trabajadores. Se están evaluando modelos escalonados, periodos de adaptación y posibles apoyos fiscales o de capacitación para facilitar esta transformación estructural en el mercado laboral mexicano.
La expectativa dentro del gobierno es que esta reforma a la jornada laboral pueda ser formalizada y enviada al Congreso para su debate y eventual aprobación antes de que concluya el presente mes. La celeridad con la que se está procediendo refleja la prioridad política que se le ha asignado a este tema dentro de la agenda legislativa. El éxito de esta iniciativa marcaría un hito en la modernización de las relaciones laborales en el país, sentando un precedente para futuras actualizaciones del marco jurídico en sintonía con las nuevas realidades del trabajo. En conjunto, el aumento salarial anunciado para 2026 y la inminente reducción de la jornada configuran un paquete de medidas que buscan redefinir el contrato social en México, avanzando hacia un modelo que pretende conciliar el crecimiento económico con un mayor equilibrio y justicia para la clase trabajadora.













