La explosión de una pipa de gas en el Puente de la Concordia, en la alcaldía Iztapalapa, generó ayer una escena de caos y destrucción con un saldo trágico preliminar de cuatro personas fallecidas, 90 lesionadas y 32 vehículos dañados. El incidente, ocurrido a las 14:25 horas, fue provocado por el volcamiento del vehículo que transportaba el combustible, lo que originó una fuga y una posterior explosión de gran magnitud. En medio de este escenario de emergencia, surgió un acto de coordinación y valor que destacó por su eficacia humana.
Entre el humo y los escombros, un oficial de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) detectó a una mujer y una niña de dos años que caminaban con graves quemaduras. La mujer, una checadora de 49 años de la Ruta 71 de transporte público, cargaba a su sobrina, a quien había protegido instintivamente durante la explosión. Ambas se desplazaban con dificultad cerca del Metro Santa Martha, en la Línea A, buscando auxilio médico de manera urgente.
La respuesta del policía fue inmediata. Con el apoyo decisivo de un motociclista particular, se organizó un operativo de traslado de emergencia. El agente tomó en sus brazos a la menor y ambos emprendieron una carrera contrarreloj sobre la Avenida México. La motocicleta se abrió paso entre el tráfico y los escombros, priorizando la velocidad y la seguridad de la niña herida. El objetivo era claro: llegar al centro hospitalario más cercano en el menor tiempo posible.
El relato de lo ocurrido queda registrado en videos que capturan la urgencia del momento. Las voces de ambos rescatistas se escuchan superponiéndose al ruido de fondo, coordinando el movimiento y pidiendo paso a otros vehículos. “¡Córrele, córrele, el niño!”, se oye decir, reflejando la crítica necesidad de atención médica inmediata. La secuencia muestra no solo una reacción instintiva, sino un ejemplo de colaboración efectiva entre ciudadanos e instituciones en contextos de alto riesgo.
Una vez que lograron entregar a la niña al personal médico, el policía y el motociclista regresaron de inmediato al lugar del incidente para localizar y asistir a la abuela, asegurándose de que también recibiera la atención necesaria. Este segundo traslado confirmó el compromiso de ambos con la preservación de ambas vidas, sin dar por concluida su misión tras el primer éxito.
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Cortesia: Fuerza Infirnativa Azteca
Mientras esto ocurría, las autoridades ya movilizaban un operativo de mayores dimensiones. El secretario de Seguridad Ciudadana, Pablo Vázquez Camacho, informó que el conductor de la pipa fue trasladado inicialmente a un hospital del Estado de México y posteriormente al Hospital Magdalena de las Salinas del IMSS, donde permanece grave pero estable. La Fiscalía General de Justicia de la CDMX asumió la investigación de lo ocurrido para determinar las causas exactas y posibles responsabilidades.
Este evento no solo deja ver las consecuencias de un accidente de gran escala, sino que también subraya la importancia de la preparación y la capacidad de reacción tanto de los cuerpos de seguridad como de la población civil. La intervención del policía y el motociclista evitó que el número de víctimas mortales aumentara, demostrando que la acción rápida y la solidaridad son componentes cruciales en la gestión de desastres.
La explosión ha reabierto el debate sobre la seguridad en el transporte de materiales peligrosos en zonas urbanas densamente pobladas, así como los protocolos de respuesta ante emergencias de esta naturaleza. Iztapalapa, una de las alcaldías más pobladas de la Ciudad de México, requiere de estrategias claras y recursos adecuados para prevenir y, en su caso, manejar crisis de esta magnitud.
El balance final podría modificarse en las próximas horas, ya que varias de las personas lesionadas se encuentran aún en condición delicada. Sin embargo, historias como la de este rescate aportan un testimonio claro de cómo la serenidad y el coraje pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte en situaciones límite.
