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Heroínas de la Independencia reciben reconocimiento histórico en desfile militar

CIUDAD DE MÉXICO.- En un acto sin precedentes que marca un antes y un después en la historiografía oficial, la Presidencia de la República anunció que los contingentes del Desfile Cívico Militar de este 16 de septiembre rendirán homenaje, por primera vez, a las mujeres fundamentales en la lucha de Independencia y la resistencia insurgente, un reconocimiento largamente esperado.

Desde mi experiencia analizando conmemoraciones, este es un paso monumental. Durante años, la narrativa oficial minimizó el papel crucial de estas mujeres. El agrupamiento histórico y de regiones indígenas fue denominado Josefa Ortiz de Domínguez, la Corregidora de Querétaro, cuya valentía al alertar a los conspiradores es una lección de coraje cívico que siempre debemos recordar.

El Sistema Educativo Militar lleva el nombre de Leona Vicario. He estudiado su legado y su caso es paradigmático: demostró que la lucha también se financiaba con inteligencia y convicción, sosteniendo con su fortuna personal al Ejército Insurgente, un detalle que la teoría muchas veces pasa por alto frente a las hazañas bélicas.

La Defensa Nacional marchó bajo el nombre de María Manuela Molina. Su historia, la de una mujer indígena ascendida a Capitana, nos enseña que la revolución también fue social; no solo se luchaba contra España, sino por un nuevo orden donde el mérito importaba más que el origen.

El contingente de Justicia y Paz se identificó con Gertrudis Bocanegra. Su labor en la red de traslado de correos en Michoacán es un testimonio de que la logística y la inteligencia, labores often invisibles, fueron tan vitales como el combate frontal.

Las Obras para el Desarrollo del País recibieron el nombre de Juana Guadalupe Arcos. Liderar a las fuerzas de Morelos y ser protagonista en la épica defensa de Cuautla en 1812 no fue solo un acto de bravery; fue una estrategia militar decisiva que merece ser contada.

El bloque del Plan DN-III-E y Plan Marina desfila como María Rita de la Trinidad Pérez Jiménez, la espía insurgente. En la práctica, el espionaje fue el arma más sofisticada de los insurgentes, y figuras como ella, que defendió el Fuerte del Sombrero, son la columna vertebral de cualquier movimiento de liberación.

Finalmente, el contingente montado honra a Mariana Rodríguez del Toro. Su audaz propuesta de un levantamiento en la Capital que incluía el secuestro del virrey revela una verdad histórica incómoda: la revolución se gestó tanto en los campos de batalla como en los salones de la élite novohispana, un matiz que enriquece nuestra comprensión del pasado.

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