Independencia de papel, amparo de oro.

El que nada debe, nada teme…
En México es al revés: el que mucho teme, mejor se ampara.

Cada 16 de septiembre nos venden un país libre, soberano e independiente. Se entona el himno, revientan fuegos artificiales y se grita “¡Viva México!” como si la patria fuera un mural sin grietas. Pero la verdad se filtra como humedad en techo viejo: la soberanía se volvió discurso hueco y la austeridad, disfrazada de virtud, se convirtió en la ideología favorita para saquear al pueblo. Se recortan medicinas, se olvidan escuelas y se cancelan sueños, mientras los burócratas llenan la caja chica como si fuera piñata de feria patronal.

Y en medio de la pachanga aparecen Andy y Bobby, los López Beltrán. No son juniors de antro ni coleccionistas de deportivos; su estilo fifí es distinto: callado, discreto, pero con las manos bien metidas en la máquina del poder. No exprimen al país con las manos porque eso ensucia: tienen exprimidor eléctrico, directo al jugo de México. Y el pueblo, sin darse cuenta, termina convertido en fruta de temporada, apretada hasta quedar en cáscara.

El colmo de la ironía llegó con el expediente 2098/2025: un amparo presentado justo el 16 de septiembre, día del grito de independencia. Mientras el pueblo agitaba banderas, los hijos del presidente abrían un paraguas judicial que los cubre de todo: órdenes de aprehensión, detenciones, incomunicación y hasta desapariciones forzadas. Oficialmente no hay orden en su contra, pero, ¿quién corre a buscar refugio si no presiente la tormenta? En México, el amparo ya no es defensa, es pronóstico del clima: se abre antes de que caiga la primera gota.

Así, la independencia que se presume en los balcones termina negociándose en tribunales. El que nada debe, nada teme, dicen. Pero aquí la frase se reescribe sola: el que mucho teme, mejor se ampara. Y el pueblo, entre fuegos artificiales y discursos huecos, termina celebrando una libertad de utilería, mientras los de arriba blindan su impunidad con sellos oficiales.

La patria que un día gritó libertad hoy se exprime como naranja vieja: con austeridad para el pueblo, exprimidor eléctrico para los hijos del poder, y un paraguas que no protege de la lluvia, sino de la justicia. El grito de independencia sigue sonando, sí, pero cada vez más lejano… perdido entre expedientes, blindajes y la carcajada cínica de quienes beben el jugo de un México cansado.

Columna desarollada por : La sombra desde la banqueta

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