La burocracia navega mientras el pueblo se ahoga
En un espectáculo de tragicomedia institucional que haría palidecer al mismísimo Jonathan Swift, el Gran Mecanismo del Estado Mexicano ha anunciado con solemnidad casi litúrgica que el número de ciudadanos sacrificados en el altar de la negligencia asciende ya a 79 almas, con otras 19 convenientemente extraviadas en el limbo de las estadísticas oficiales. Los estados de Hidalgo, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí y Veracruz se han convertido en el escenario perfecto para esta obra del teatro del absurdo.
La coreografía de la catástrofe
El micrositio gubernamental, esa catedral digital donde la realidad se transfigura en datos estériles, revela con precisión burocrática que Veracruz lidera este macabro ranking con 35 decesos, seguido por Hidalgo con 22, Puebla con 21 y Querétaro con un solitario fallecido que completa este cuadro dantesco. Las cifras bailan con elegancia matemática sobre las tumbas anónimas.
El exorcismo de los 20 mil pesos
En un acto de prestidigitación política que convertiría a David Copperfield en un simple aficionado, la máxima sacerdotisa del reino, Claudia Sheinbaum Pardo, ha anunciado el ritual de los 20 mil pesos mágicos. Este talismán monetario, que según las escrituras oficiales tiene el poder de sanar heridas, reconstruir vidas y secar lágrimas, comenzará a distribuirse en cuatro provincias del reino, mientras Hidalgo deberá esperar pacientemente hasta el domingo porque, en palabras de la propia oráculo: “es el estado que todavía tiene más localidades a las que no se ha podido acceder por tierra”.
He aquí la sublime paradoja del progreso: podemos contar los muertos desde el espacio digital, pero no podemos llevar consuelo a los vivos por tierra firme. El Estado, ese leviatán que todo lo ve pero nada prevé, despliega su maquinaria de auxilio con la velocidad de un caracol burocrático, convencido de que un fajo de billetes es el bálsamo perfecto para ahogar memorias incómodas y lavar responsabilidades históricas.