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La farsa automotriz en Acapulco, un robo con guion oficial

La Farsa Automotriz en Acapulco: Un Robo con Guion Oficial

En un despliegue de eficiencia burocrática que solo puede ser descrito como milagroso, la mañana del lunes se desarrolló en Acapulco una coreografía perfectamente orquestada entre el hampa y las fuerzas del orden. El escenario: una agencia automotriz. El elenco: hombres armados con una ambición moderada (ocho automóviles, ni uno más, ni uno menos) y unos guardias de seguridad que, cumpliendo rigurosamente con el protocolo de no resistencia, se ofrecieron voluntariamente a ser amordazados y atados de pies y manos, como en un macabro número de ilusionismo.

La Fiscalía General del Estado, actuando con la celeridad propia de una tragicomedia griega, recibió el reporte justo a tiempo para permitir que el espectáculo llegara a su clímax. Las autoridades, en un alarde de coordinación, llegaron al lugar de los hechos para liberar a los guardias, quienes, agradecidos, narraron la épica hazaña de los ladrones con la precisión de un narrador deportivo.

Acto seguido, se desató la persecución regulatoria. Policías estatales, soldados de la Guardia Nacional y del Ejército se lanzaron a la caza de los prófugos, como si siguieran un guion previamente aprobado por un comité de ética. Cerca de la caseta de cobro de La Venta, el enfrentamiento armado estalló con la precisión de un ballet: disparos al aire, un villano convenientemente abatido (que no podrá testificar) y tres comparsas detenidos para llenar las cárceles y las planillas de resultados positivos.

El desenlace no podía ser más reconfortante para las estadísticas: cinco vehículos recuperados (tres menos, pero ¿quién lleva la cuenta?), los detenidos puestos a disposición de un sistema judicial que los absolverá por falta de pruebas o los hará desaparecer en el laberinto penal, y un cadáver enviado al Servicio Médico Forense para que certifique la causa oficial de la muerte: la osadía de desafiar al Estado.

Así, en el gran teatro de la inseguridad nacional, Acapulco ofrece otra función más. La entrada es gratis, la impunidad está garantizada, y el robo de autos es solo la metáfora de un país donde todo es susceptible de ser sustraído, menos la esperanza de que algún día esta farsa termine.

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