La FGJ atribuye explosión de pipa a negligencia del conductor
Un mes después de la tragedia que estremeció el Puente de La Concordia en Iztapalapa, la versión oficial de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) es clara y contundente. Pero, ¿esta conclusión cierra el caso o solo responde a la capa más superficial de los hechos?
Según el informe de avances presentado por la titular de la dependencia, Bertha Alcalde Luján, la evidencia recabada descarta de manera absoluta fallas mecánicas, defectos en la infraestructura vial o cualquier causa externa. La investigación, se nos dice, confirma que la falta de pericia al volante fue el detonante único del siniestro.
Sin embargo, un periodismo inquisitivo debe ir más allá del comunicado de prensa. La declaración oficial menciona “varias omisiones” por parte del operador del pesado vehículo. Nuestra indagación revela que estas negligencias no fueron meros descuidos; el conductor habría excedido el límite de velocidad permitido al abordar la curva y, de manera crucial, también habría violado los reglamentos sobre los tiempos máximos de manejo continuo, privándose del descanso reglamentario. Esto plantea una pregunta incómoda: ¿se trató de un error aislado o es síntoma de una práctica endémica dentro de las empresas transportistas?
Al conectar los puntos que inicialmente parecen inconexos, surge un panorama más complejo. La falta de pericia individual se entrelaza con posibles fallas sistémicas: la presión por cumplir con horarios, la posible laxitud en la supervisión de las flotas y la capacitación insuficiente para manejar materiales de alto riesgo. La conclusión de la FGJ, aunque formalmente correcta, podría estar señalando a un eslabón débil mientras ignora la fortaleza de la cadena completa. La verdadera revelación no es solo lo que sucedió en esa curva, sino el conjunto de circunstancias que hicieron posible que un solo error humano tuviera consecuencias tan catastróficas.