La música norteña llora la partida de Homero de León

En más de tres décadas de trayectoria, Homero de León no solo pulsó las cuerdas de un bajo, sino que tejió la melodía de toda una generación. Recuerdo la primera vez que lo vi en escena con Los Invasores de Nuevo León: su presencia serena contrastaba con la energía que imprimía a cada acorde. Hoy, su partida a causa de un colapso pulmonar —como confirmó su entrañable compadre Isaías Lucero— deja un silencio que resuena en la industria.

Homero fue uno de esos músicos que trascendió lo técnico. Fundó el grupo junto a Lalo Mora y Javier Ríos en los años 80, y aunque dejó la formación hace una década, su esencia permaneció. Lección aprendida: en la música norteña, las despedidas formales nunca borran los lazos. Por eso no sorprendió verlo sumarse al Norteños Clásicos Tour, proyecto donde su maestría seguía iluminando escenarios.

Isaías, con la voz quebrada, compartió anécdotas que revelan al hombre detrás del mito: “Ayudó a mi hijo con sus grabaciones como si fuera su propio sangre”. Ese era Homero: generoso hasta en los detalles que otros omiten. Su muerte a los 66 años, tras una lucha hospitalaria de semanas en el San Vicente, nos recuerda lo frágil que es el ritmo de la vida.

El duelo se extendió como un corrido. Bronco y los actuales Invasores publicaron homenajes que mezclaban nostalgia y gratitud. “No solo perdimos a un fundador, sino a un narrador de nuestra historia”, decía el comunicado. Y es cierto: cada vez que un artista como Homero se va, se lleva consigo trozos de memoria colectiva.

Como testigo de esta era, afirmo que su legado no está en los discos vendidos, sino en cómo enseñó a escuchar el alma del norte. “La neta, sentimos feo”, dijo Isaías. Simple, como las mejores letras rancheras. Porque al final, como bien sabía Homero, la autenticidad es el único instrumento que nunca desafina.