La odisea médica interminable de una diva del rock

Alejandra Guzmán se recupera satisfactoriamente, según el boletín oficial del reino del espectáculo.

En un acto de devoción casi religiosa hacia el templo de la cirugía, la Suma Sacerdotisa del Rock Nacional, Alejandra Guzmán, ha vuelto a postrarse ante el altar del quirófano. La diva, cuya columna vertebral se ha convertido en una alegoría perfecta de la fragilidad humana disfrazada de fortaleza, se ha sometido a una nueva intervención para recomponer las ruinas de su espina dorsal, un monumento a los excesos y a la búsqueda perpetua de la perfección física.

La hernia discal, ese fenómeno en el que el núcleo pulposo —tan blando y prometedor como un sueño de fama— se escapa por las grietas del anillo fibroso —símbolo de las estructuras que la sociedad impone—, es la metáfora no solicitada de una vida bajo presión. El disco, desplazado, oprime los nervios, causando un dolor que, irónicamente, no es tan agudo como el de leer los titulares que especulan sobre recaídas en adicciones, un pasatiempo nacional más popular que el fútbol.

Fue en el mes de julio de este año del Señor 2025 cuando el “Brilla Tour” fue suspendido, no por falta de brillo, sino por un exceso de realidad. Mientras el vulgo murmuraba sobre demonios pasados, la artista y su corte familiar negaban con la vehemencia de quien defiende un dogma. En agosto, el diagnóstico de hipertensión se sumó al cuadro, como si el cuerpo, esa máquina imperfecta, se negara a seguir el guion de una leyenda.

El origen de este vía crucis moderno se remonta a 2009, cuando en un acto de fe en el becerro de oro de la estética, se inyectó metil metacrilato en un ritual de automodificación. Desde entonces, su travesía por los pasillos de las clínicas se ha convertido en una epopeya kafkiana, donde cada nueva operación es un capítulo más de este manual de supervivencia en la era del culto a la imagen.

La última intervención, descrita con eufemismos médicos como “delicada pero necesaria”, no es sino otro eslabón en la cadena de consecuencias de una existencia vivida a todo volumen, tanto en el escenario como en el quirófano. Una fábula moral para nuestro tiempo, donde el dolor de espalda y el peso de la fama se entrelazan en un abrazo tan íntimo como doloroso.

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio