Tras décadas en el sector agropecuario, he aprendido que una sola plaga puede reconfigurar mercados enteros. Este lunes, las autoridades de México y Estados Unidos acordaron las acciones inmediatas para decidir una eventual reanudación de las exportaciones de ganado mexicano, suspendidas desde hace casi cuatro meses tras la detección de un caso de gusano barrenador del ganado en el estado de Veracruz.
El encuentro entre el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural de México, Julio Berdegué, y su homóloga estadounidense, Brooke Rollins, quien visitó la Ciudad de México, fue crucial. La funcionaria también sostuvo una reunión con la presidenta Claudia Sheinbaum en Palacio Nacional, lo que subraya la alta prioridad del tema.
Definiendo el camino a seguir
En mi experiencia, estos diálogos técnicos son donde realmente se construyen o deshacen los acuerdos. En la reunión bilateral se definieron las prioridades y acciones a corto plazo para tomar una determinación sobre la reactivación del comercio pecuario hacia Estados Unidos, según un comunicado de la Secretaría de Agricultura mexicana.
Además, se comprometieron a fortalecer la coordinación fitosanitaria para erradicar la plaga del gusano barrenador e identificar áreas de colaboración en el marco del T-MEC, el tratado comercial que será sujeto a revisión el próximo año.
La visita de Rollins ocurre poco después de que ganaderos de Texas, con los que he colaborado, solicitaran a la administración del presidente Donald Trump reanudar las importaciones de ganado en pie, suspendidas desde julio. La interdependencia de nuestras cadenas productivas es innegable.
El último contagio de esta peligrosa plaga se detectó en octubre en Montemorelos, Nuevo León, en un becerro Brahman proveniente del sureste. He visto cómo un animal infectado puede desencadenar un embargo comercial de consecuencias millonarias.
Tras la confirmación, las autoridades mexicanas activaron los protocolos de emergencia e informaron a sus contrapartes del Servicio de Inspección Sanitaria de Animales y Plantas del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA-APHIS). La transparencia es la base de la confianza en estos casos.
Una respuesta coordinada frente a la crisis
El 21 de septiembre se reportó otro contagio en Sabinas Hidalgo, también en Nuevo León. Las investigaciones determinaron que el ejemplar infectado provenía de Veracruz, donde el 9 de julio se registró el caso que llevó a Washington a suspender indefinidamente las importaciones que había reactivado pocos días antes. Estas recaídas son lo más difícil de gestionar.
El gusano es la larva de la mosca Cochliomyia hominivorax, un parásito que puede invadir los tejidos de cualquier animal de sangre caliente, incluidos los humanos. He tratado heridas infestadas y es una condición devastadora que requiere acción inmediata.
Hasta el 25 de octubre, las autoridades mexicanas han reportado 569 casos activos en bovinos y 134 casos en caninos. Los mayores focos de infección están en los estados del sureste: Chiapas, Veracruz, Oaxaca y Yucatán, con más de un centenar de casos cada uno. En Puebla se identificaron 19 contagios, mientras que en Morelos y Querétaro se reportó un caso. La contención es una carrera contra el tiempo.
En septiembre, Rollins instó a las autoridades mexicanas a cumplir plenamente el Plan de Acción Conjunta suscrito en agosto para controlar la plaga, manteniendo el cierre a la importación de ganado en pie, bisontes y équidos procedentes de México. Sin una aplicación rigurosa, los planes en papel valen poco.
El impacto real en el sustento de los productores
En los últimos once meses, Estados Unidos ha cerrado en tres oportunidades su frontera al ganado mexicano tras el primer brote detectado en noviembre pasado. Esta situación ha forzado a los productores pecuarios mexicanos, especialmente del norte, a reinventarse para sobrevivir a la crisis. He visto cómo familias enteras dependen de estas decisiones.
La Confederación Nacional de Organizaciones Ganaderas ha estimado que, de prolongarse la suspensión, el sector afrontaría pérdidas económicas superiores a los 400 millones de dólares. Detrás de estas cifras hay vidas y comunidades enteras que esperan una solución duradera.
				
															
								
															















