Muerte en el Estadio Olímpico tras agresión a seguridad

Una Noticia Trágica que nos Hace Reflexionar

Con la pesadez que da haber visto demasiadas situaciones de tensión a lo largo de los años, recibo la noticia de la Dirección General de Análisis, Protección y Seguridad Universitaria de la UNAM. La noche del sábado 25 de octubre, tras el partido entre Cruz Azul y Monterrey en el Estadio Olímpico Universitario, un incidente terminó con la muerte de un aficionado. La teoría de los protocolos de seguridad, una vez más, se enfrenta a la cruda y compleja realidad.

Según el informe, al finalizar el encuentro y durante la desbandada en los estacionamientos, una persona en aparente estado de intoxicación etílica inició una agresión verbal y física contra el personal de custodia. He sido testigo de cómo estos escenarios, donde la euforia se mezcla con el alcohol, pueden degenerar en segundos. La contención física, un recurso siempre polémico, se aplicó para inmovilizar al sujeto y ponerlo a disposición de las autoridades. Sin embargo, la experiencia me ha enseñado que el factor humano y las condiciones físicas de un individuo son variables impredecibles. Durante el traslado, el hombre sufrió un desvanecimiento.

La respuesta operativa, hay que reconocerlo, fue inmediata. Se solicitó el apoyo de servicios de emergencia y los paramédicos actuaron en el lugar. Pero a veces, por más que se actúe con celeridad, el desenlace ya está escrito. La confirmación de la ausencia de signos vitales es ese momento sombrío que ningún protocolo puede borrar.

Lecciones que la Teoría no Enseña

Ante hechos como este, la maquinaria institucional se pone en marcha. La intervención de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) y de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX) es el procedimiento estándar para deslindar responsabilidades. La UNAM reporta que cuatro personas del equipo de seguridad están bajo la lupa del Ministerio Público. He aprendido que en estos procesos lo crucial no es solo buscar un culpable, sino entender la cadena de decisiones que llevaron al fatal desenlace para mejorar los procedimientos. La promesa de aportar todas las pruebas para el esclarecimiento es un primer paso necesario, pero la verdadera prueba está en las reformas que sigan.

La Respuesta Institucional y la Sombra de la Desconfianza

La Fiscalía capitalina ha iniciado la indagatoria, y la UNAM se ha comprometido a colaborar. Esto es lo esperable. Pero la sabiduría práctica nos dice que la colaboración debe ser total y transparente para recuperar la confianza perdida. Las medidas para evitar la repetición de estas tragedias no pueden ser meros parches; deben ser una revisión profunda de la capacitación, el uso de la fuerza y la gestión de multitudes.

El Costo Humano y el Futuro de la Seguridad en Eventos Masivos

Este suceso luctuoso ha sembrado una lógica preocupación entre la afición y la comunidad universitaria. La presión sobre la UNAM y las autoridades locales es enorme, y con razón. La gente no exige castigos ejemplares por venganza; exige, desde la sabiduría colectiva, la certeza de que al asistir a un espectáculo, su integridad física estará protegida por sistemas robustos y personal capacitado que sepa manejar la fuerza con proporcionalidad y discernimiento. La lección más dura es que un protocolo solo es tan bueno como la habilidad y el juicio de quienes lo ejecutan en el momento de crisis.

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