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Taxista y su padre son atacados en hospital de Veracruz

La violencia en Veracruz cobra otra víctima en un hospital, revelando la crudeza del crimen organizado.

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Veracruz vuelve a ser escenario de una tragedia evitable. Bajo el gobierno de Rocío Nahle, la violencia persiste como una sombra que no cesa, y esta vez el blanco fue un taxista y su padre, un teniente retirado, en un lugar que debería ser seguro: el IMSS-Bienestar de Tuxpan. La crudeza del ataque revela la audacia del crimen organizado, capaz de infiltrarse incluso en áreas médicas.

El agresor, identificado como Eber Abraham, fingió ser familiar para acceder a Urgencias y rematar al conductor, quien ya había sido baleado un día antes. El padre, al interponerse, perdió la vida. Este patrón no es aislado: apenas días antes, otro taxista fue secuestrado en la misma zona, y una colega, Irma Hernández, fue asesinada tras ser obligada a “confesar” su supuesta deuda con extorsionadores.

Lo vivido en Veracruz no es solo estadística. Como testigo de años cubriendo la inseguridad, he visto cómo las narrativas oficiales —como el comentario de Nahle atribuyendo la muerte de Hernández a un “infarto”— minimizan el terror que enfrentan los trabajadores. Los taxistas, vulnerables por su exposición diaria, son víctimas recurrentes de una guerra no declarada. La lección es clara: sin estrategias integrales, ni siquiera los hospitales son refugio.

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