Un accidente de tránsito ocurrido en un tramo del sendero nacional ha puesto nuevamente de relieve los graves riesgos asociados a maniobras imprudentes. Los hechos se desarrollaron cuando el conductor de un vehículo particular, identificada como Rosalinda, realizó un giro en forma de “U” de manera abrupta y sin las debidas precauciones. Esta acción, ejecutada mientras circulaba de oriente a poniente, cortó bruscamente la trayectoria de un motociclista que se aproximaba en sentido contrario.
La dinámica del impacto fue violenta. La motocicleta, al no tener espacio ni tiempo para reaccionar, colisionó directamente contra el automóvil. La energía cinética del choque proyectó al joven conductor de la moto, quien resultó con lesiones de consideración. La física de estos eventos es implacable: la desaceleración súbita y la transferencia de fuerzas en un impacto lateral o frontal suelen causar traumatismos significativos, incluso a velocidades moderadas, dada la escasa protección que ofrece una motocicleta en comparación con un automóvil.
Tras la colisión, se activaron los protocolos de emergencia. Una unidad de ambulancias de la empresa Orduña arribó al lugar para brindar los primeros auxilios y realizar una valoración médica inicial del herido. Dada la gravedad de las lesiones, se procedió a su traslado inmediato al Hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ubicado en la Sexta y Mina, donde pudo recibir atención médica especializada. Este proceso subraya la importancia crítica de una respuesta rápida y coordinada de los servicios de emergencia para optimizar el pronóstico de las víctimas en siniestros viales.
Posteriormente, personal pericial se hizo presente en el sitio del accidente. La labor de los peritos en hechos de tránsito es meticulosa y se basa en el análisis de evidencias físicas: marcas de frenado, puntos de impacto finales y restos de vehículos, entre otros. Su investigación técnica, que reconstruye la secuencia de eventos para determinar la causalidad, concluyó de manera clara. La responsabilidad del siniestro recae íntegramente en la conductora del vehículo, por ejecutar la peligrosa maniobra de vuelta en “U” sin asegurarse de que la vía estuviera libre y sin advertir su intención a los demás usuarios de la carretera.
Este caso trasciende la mera crónica de un accidente. Ilustra un patrón de negligencia al volante cuyas consecuencias pueden ser devastadoras. Un giro mal ejecutado no es un error menor; es una acción que altera el flujo predecible del tránsito y crea un obstáculo súbito e inesperado para otros, particularmente vulnerables para los motociclistas. La determinación de culpabilidad por parte de la autoridad pericial no solo busca establecer reparaciones civiles, sino que sirve como un recordatorio técnico y legal de que la conducción exige una atención constante y el respeto absoluto a las normas de seguridad, diseñadas precisamente para prevenir este tipo de tragedias. La vialidad es un sistema compartido donde cada decisión individual tiene un impacto directo en la seguridad colectiva.

















