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Adán Augusto López y el arte de evaporarse en plena tormenta política

El silencio del senador ante escándalos revela el manual del político mexicano: desaparecer cuando conviene.

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En un giro digno de telenovela priista, el senador Adán Augusto López —experto en desaparecer como becario en París o como cómplice en escándalos— ahora ensaya su mejor papel: el mudo estratégico. Tras años de presumir su maestría en Ciencias Políticas, parece haber cursado, en realidad, un posgrado en evasión avanzada. Su tesis: Cómo culpar al subalterno y conservar el hueso.

El tabasqueño, quien alguna vez soñó con la Embajada de Francia (quizá para aplicar técnicas galas de rendición), hoy enfrenta la cruda realidad: su exbrazo derecho, Hernán Bermúdez Requena, no era el leal escudero, sino un entusiasta alumno de La Barredora, escuela de crimen con becas para funcionarios. Mientras Interpol lo busca, Adán Augusto practica el silencio zen, ese que solo rompe para negociar candidaturas ajenas (Que Chávez vaya a Chihuahua, y yo… a mi cueva).

Las fuentes lo describen como un híbrido de campechano y bulldog, aunque su verdadera habilidad es la transmutación: de operador de Manuel Andrade a hermano de AMLO, de defensor de la reforma judicial a especialista en reformular su memoria. Y mientras Morena lo abraza —porque en este circo, los trapecistas nunca caen sin red—, la oposición se pregunta: ¿es esta la honestidad que prometieron, o un reality show de ¿Dónde está Adán??

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La presidenta Claudia Sheinbaum, en un guiño tragicómico, exige pruebas, no dichos. Ironías del poder: el mismo partido que acusaba al PRI de encubrimientos hoy repite el libreto, pero con toque progre. Mientras, Bermúdez —ahora expulsado por Morena— sigue prófugo, quizá rumbo a Francia. Al menos allá, el senador ya tiene contactos.

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