En un alarde de virtuosismo contable que dejaría pálidos a los alquimistas medievales, el honorable senador Adán Augusto López ha salido al quite de las mezquinas acusaciones que insinúan una “omisión” en su declaración patrimonial. Según el lumbreras de Morena, la ausencia de 79 millones de pesos en los papeles oficiales no es un descuido, sino un acto de resistencia ante el embate de la “derecha conservadora”, esa fuerza tenebrosa que se atreve a creer que las leyes deben aplicarse a todos por igual.
Con la serenidad de un estadista que ha descubierto la piedra filosofal de la impunidad, el coordinador senatorial explicó que esos millones, aparentemente fantasma, son en realidad una manifestación etérea de la confianza que el pueblo ha depositado en su gestión. Una contribución espiritual, por así decirlo, que no puede ser medida con los burdos instrumentos de la contabilidad tradicional, reservada para mentes pequeñas y ciudadanos de a pie.
Esta brillante tesis, que sin duda será estudiada en las mejores academias de doble moral, establece un nuevo paradigma: la transparencia no consiste en declarar lo que se tiene, sino en negar con vehemencia lo que los demás ven. En el grandioso teatro de la política nacional, los 79 millones de pesos se han convertido en los protagonistas de una obra de teatro del absurdo, donde la culpa no la tiene quien omite, sino quien tiene la osadía de preguntar.