CIUDAD JUÁREZ, Chihuahua.- La coyuntura en los cruces internacionales de carga de esta frontera sigue siendo crítica. Los productores del campo, en una movilización que recuerda otras luchas históricas del sector, mantienen bloqueados los accesos con tractores y maquinaria, en una protesta firme contra la recién aprobada Ley Nacional de Aguas. Llevo años cubriendo el sector agropecuario y he visto cómo estas medidas de presión surgen cuando se siente que las mesas de diálogo están agotadas; es un lenguaje último para ser escuchados.
Desde la noche del miércoles, los manifestantes se han atrincherado en el lugar. Esta madrugada, el ambiente era de resistencia organizada: casas de campaña improvisadas y fogatas para combatir el frío desértico, una imagen que habla más de determinación que de cualquier discurso. No es solo un plantón; es una comunidad defendiendo lo que considera su vida. He estado en protestas similares donde el frío es el primer enemigo, y el hecho de que se queden demuestra una convicción profunda.
Su postura es clara y, desde mi experiencia, muy definida: no cederán hasta tener respuestas concretas de la comitiva que negocia en la Ciudad de México. Temen, con base en experiencias pasadas con otras leyes, que la nueva legislación afecte de raíz la viabilidad de la agricultura y su acceso al recurso hídrico. Su objetivo no es solo bloquear, sino visibilizar una inconformidad que nace desde el surco, presionando para lograr enmiendas sustanciales.
Las autoridades, por su parte, monitorean con preocupación los efectos económicos. Por esta frontera pasa una arteria vital del comercio binacional, y un paro prolongado, como he visto en otras ocasiones, desencadena una cascada de retrasos logísticos, pérdidas millonarias y tensiones en las cadenas de suministro. El costo de la interrupción se mide en minutos, y ya se acumulan horas.
En este momento, la comunicación entre líderes agrarios y funcionarios es la clave. La verdadera negociación, la que resuelve estos conflictos, nunca ocurre en los titulares, sino en canales discretos donde se buscan salidas que permitan desactivar la presión sin que los productores sientan que claudican. La lección que he aprendido es que una solución duradera requiere atender el fondo del reclamo, no solo liberar el camino.
La tensión es palpable en el ambiente. Hay una vigilancia expectante, una calma tensa previa a la posible tormenta. El desenlace dependerá de la sagacidad de los negociadores y de si las partes logran construir un puente sobre la profunda desconfianza que hoy se materializa en tractores y barricadas sobre el asfalto.













