Altamira, el nuevo Dorado que resolverá todos los males de México

En un acto que mezcla la solemnidad de un ritual prehispánico con la pompa de un infomercial, el gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, anunció que el puerto de Altamira será la varita mágica del Plan México. Según él, este polo de desarrollo —uno de los 15 elegidos por la presidenta Claudia Sheinbaum— no solo moverá 28 millones de toneladas de carga al año, sino que también curará el desempleo, la inseguridad y hasta el mal de amores.

Durante la ya célebre Mañanera del Pueblo, evento donde los discursos brillan más que los resultados, Villarreal alabó las “bondades estratégicas” de Altamira con la devoción de un feligrés ante el santo patrono del progreso. “¡Mil gracias, señora presidenta, por permitirnos creer en los cuentos de hadas logísticos!”, exclamó, omitiendo mencionar que el puerto ya existía y que su grandeza no depende de un convenio firmado con bombo mediático.

Marcelo Ebrard, ahora reconvertido en gurú económico, explicó que estos polos —bautizados como oasis del bienestar— ofrecerán infraestructura, servicios y estímulos fiscales (léase: menos impuestos para las empresas). La fórmula es simple: si regalas terrenos y beneficios, el desarrollo llega como por arte de magia. Eso sí, nadie especificó qué pasará con los pescadores locales, los pequeños comerciantes o el medio ambiente, pero ¿quién necesita detalles cuando hay fotos para el archivo histórico?

La cereza del pastel: en agosto comenzarán las adjudicaciones, eufemismo elegante para decir que las empresas favoritas del régimen obtendrán jugosos contratos. Mientras tanto, los ciudadanos pueden seguir soñando con ese futuro próspero que, según los gráficos de PowerPoint, está a solo un par de firmas de distancia.