Asesinato de líder sindical expone la cruda realidad de Guerrero

En un acto que combina la tragicomedia mexicana con el thriller surrealista que vivimos diariamente, pistoleros anónimos convirtieron un Chevrolet Aveo en escenario de obra de teatro del absurdo: el asesinato del secretario general del SUSPEG, Humberto Piza Pérez. La función matutina comenzó puntual a las 8 AM en Avenida Niños Héroes, porque hasta la violencia en Acapulco respeta horarios laborales.

Mientras el cuerpo del dirigente yacía abrazando el asiento del copiloto –quizá en un último acto de camaradería sindical–, su chofer Magallón Olea protagonizó el papel de “sobreviviente milagroso”, ese recurso narrativo que permite a las autoridades decir “investigamos” sin que nadie espere resultados. La Cruz Roja, como extras de lujo, completó el cuadro llevándolo a un hospital privado, porque hasta en las tragedias hay clasismo sanitario.

La Fiscalía del Estado, ese elenco recurrente en nuestra telenovela de impunidad, llegó para “realizar diligencias” –léase: tomar fotos para el archivo de casos irresueltos–. Mientras tanto, el Chevrolet Aveo, ese símbolo de la precariedad laboral mexicana, se convirtió en sarcófago móvil para otro líder que osó defender derechos en un país donde defender derechos es deporte extremo.

Irónicamente, la víctima se dirigía a la zona hospitalaria de Ruiz Cortines, como si en Guerrero no supieran que las únicas salas de urgencias que funcionan son las morgues. El mensaje es claro: en este far west tropical, los sindicatos pueden tener secciones, pero los balazos siempre son de planta completa.