Asesinato de líder Triqui revela crisis de violencia persistente

La noticia llegó como un eco siniestro de un patrón demasiado familiar. Las autoridades de la comunidad de Yosoyuxi Copala y el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI) confirmaron lo que muchos temían: el homicidio de Cándido Santiago López, un dirigente natural del pueblo triqui. Pero, ¿fue esto un incidente aislado o el último capítulo de una violencia estructural enquistada? La investigación revela que el ataque armado que segó su vida se extendió por horas, planteando preguntas incómodas sobre la presencia y respuesta de las fuerzas de seguridad.

Testimonios recabados de las familias de Yosoyuxi dibujan un escenario de terror. Desde la mañana del domingo, una sucesión de agresiones con armas de fuego impactó la comunidad. En medio de ese caos, perdió la vida Cándido Santiago, de 60 años. Su perfil, sin embargo, no era el de un combatiente, sino el de un pacificador. Nuestra indagación descubrió que su labor se centraba en la diplomacia interna, un frágil trabajo de mediación y acompañamiento a la comunidad y a la organización. ¿Por qué entonces fue un blanco? ¿Su asesinato busca silenciar precisamente las voces que buscan la paz?

¿Cómo ocurrió el asesinato de Cándido Santiago López?

El comunicado oficial del MULTI no deja lugar a la ambigüedad: “Derivado del ataque armado ocurrido este día en la comunidad de Yosoyuxi Copala, nuestro compañero Cándido Santiago López, dirigente natural de Yosoyuxi Copala e integrante de nuestra dirigencia política comunitaria, perdió la vida a consecuencia de la violencia que desde hace años denunciamos”. Esta frase clave, “la violencia que desde hace años denunciamos”, es el hilo conductor que este reportaje sigue. Documentos y entrevistas con activistas de derechos humanos muestran un historial de advertencias ignoradas y agresiones previas no resueltas. La muerte de Santiago López no es un punto de partida, sino un punto de inflexión en una crisis de seguridad y impunidad crónica.

Conectar los puntos lleva a una conclusión reveladora: el asesinato del dirigente triqui expone la vulnerabilidad extrema de los mecanismos de autogobierno y mediación comunitaria. Más allá del luto, su muerte representa un golpe estratégico a la frágil arquitectura de paz que líderes como él intentaban construir desde dentro, cuestionando seriamente las narrativas oficiales sobre el control del territorio y la protección a los pueblos originarios. La verdad oculta es que, a menudo, la violencia no solo busca eliminar personas, sino aniquilar cualquier esperanza de resolución pacífica.

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