Ciudad de México – La tarde del domingo 2 de noviembre de 2025 se tiñó de violencia en la colonia San Francisco Culhuacán, alcaldía Coyoacán, cuando un ataque armado perpetrado frente al panteón local, situado en la esquina de Hidalgo y Santa Ana, culminó con el fallecimiento de dos personas y dejó a una tercera en estado crítico. El episodio, que alteró la tranquilidad de una zona tradicionalmente concurrida, ha puesto nuevamente bajo el foco los desafíos de seguridad en la capital.
De acuerdo con el reporte oficial emitido por la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, la metodología del ataque sigue un patrón recurrente y preocupante. Los agresores, que se desplazaban en una motocicleta, se aproximaron a un grupo de personas y, sin mediar palabra, efectuaron disparos a corta distancia, un modus operandi que denota una intención clara de causar daño letal. La rapidez de la acción y la movilidad que proporciona una moto facilitaron la huida inmediata de los responsables, lo que complica de entrada las labores de identificación y captura.
Los servicios de emergencia, tras recibir la alerta, se presentaron en el lugar de los hechos. El personal médico no pudo hacer más que confirmar la muerte de dos de las víctimas en el sitio, un trámite sombrío que subraya la brutalidad del suceso. La tercera persona afectada, quien presentaba heridas de extrema gravedad, requirió de un traslado urgente a un hospital de la ciudad, donde su pronóstico se mantiene reservado. La supervivencia de este testigo potencial podría ser un elemento crucial para la investigación, aunque su condición actual genera incertidumbre.
La respuesta institucional se activó de forma coordinada. Mientras elementos de la policía se encargaron de acordonar el área para preservar la escena, peritos y agentes de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México iniciaron de inmediato las diligencias correspondientes. La recolección de evidencias balísticas, la búsqueda de casquillos percutidos y el registro minucioso del entorno constituyen los primeros pasos forenses para reconstruir la secuencia de los disparos.
Paralelamente, se ha emprendido una revisión exhaustiva de las grabaciones de los sistemas de videovigilancia de la zona, una herramienta fundamental para rastrear la ruta de escape de la motocicleta y, con suerte, obtener imágenes que permitan identificar a sus ocupantes. La efectividad de estas cámaras, su cobertura y la calidad de las imágenes suelen ser factores determinantes en el éxito de estas pesquisas. Hasta el momento, las autoridades no han realizado detenciones vinculadas al ataque, una situación que refleja las dificultades inherentes a estos crímenes. La investigación, sin embargo, no parte de cero.
La hipótesis principal que manejan las fuentes oficiales sugiere una posible vinculación de las víctimas con un grupo delictivo que opera en la zona. Este enfoque no solo busca a los autores materiales, sino que intenta desentrañar los motivos detrás del ataque, que podrían oscilar entre un ajuste de cuentas, una disputa territorial por el control de actividades ilícitas o una advertencia intimidatoria hacia otros actores.
La persistencia de la violencia asociada a estos grupos subraya la complejidad de un problema que va más allá de un incidente aislado y que requiere de estrategias integrales que combatan tanto sus manifestaciones inmediatas como sus causas estructurales. La comunidad de San Francisco Culhuacán, mientras tanto, se enfrenta una vez más a las consecuencias de una violencia que, lejos de ser un abstracto, se materializa en sus calles.
				
															
								
															
















