Una herida económica que reconozco demasiado bien
He sido testigo a lo largo de mi carrera de cómo la paralización de las vías de comunicación golpea inmediatamente el corazón de la economía. La Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco-Servytur) ha cuantificado el daño: hasta seis mil millones de pesos en pérdidas para el sector terciario, una cifra que, les aseguro, no es solo un número en un papel. Representa salarios no pagados, mercancías perecederas echadas a perder y la angustia de los pequeños empresarios que ven cómo su sustento se esfuma. Esta estimación, que califican como prudente, es el reflejo de una semana con al menos 29 cierres y bloqueos en 17 estados.
La lección repetida: sin diálogo, no hay solución
Una y otra vez, he aprendido que cuando se cierran los caminos, lo primero que debe permanecer abierto es la comunicación. La Confederación fue clara al exigir retomar de inmediato el diálogo y liberar los corredores logísticos. La experiencia nos dicta que para destrabar estos conflictos se necesitan reglas claras y una facilitación neutral. No se puede negociar con éxito si no se abordan temas de fondo como la seguridad carretera y los costos logísticos que, al final, terminamos pagando todos.
La propuesta concreta nacida de la experiencia
He participado en suficientes mesas de negociación para saber que las buenas intenciones no bastan. Se requiere un plan de acción tangible. Por ello, el llamado a conformar una mesa técnica inmediata con todos los actores involucrados es acertado. Pero la teoría debe bajar a la práctica: el segundo punto, establecer corredores de libre tránsito para carga esencial, es una lección que hemos aprendido a fuerza de ver cómo la falta de medicinas o alimentos agrava cualquier crisis.
Transparencia y equilibrio de derechos: el camino a seguir
Quizás la lección más valiosa que puedo compartir es la necesidad de un mecanismo público de información. En la era digital, no hay excusa para no proporcionar datos en tiempo real sobre cierres y rutas alternas. Finalmente, todo se reduce a un principio que he visto validado una y otra vez: debe existir un respeto mutuo de derechos. El derecho a la protesta es fundamental en una democracia, pero no puede, en la práctica, anular el derecho al trabajo y al libre tránsito de millones de personas. Encontrar ese equilibrio es el verdadero desafío y la única salida sostenible.

















