Desde mi experiencia siguiendo la diplomacia norteamericana, puedo afirmar que las visitas de Estado como la que confirmó la Embajada de Canadá no se organizan de la noche a la mañana. Detrás de cada apretón de manos fotografiado hay meses de preparación y una agenda cuidadosamente elaborada. La llegada del Primer Ministro Mark Carney a la Ciudad de México los días 18 y 19 de septiembre es un movimiento estratégico que va mucho más allá del protocolo; es una apuesta por redefinir y consolidar una alianza crucial.
He sido testigo de cómo las relaciones bilaterales evolucionan, y este encuentro con la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo tiene un peso histórico. No solo se enmarca en la conmemoración de ocho décadas de relaciones diplomáticas, sino que aprovecha la inercia positiva de proyectos compartidos, como la coorganización de la Copa Mundial de la FIFA 2026 junto a Estados Unidos. Estos megaeventos, más allá del espectáculo, son catalizadores excepcionales para la cooperación en infraestructura, seguridad y logística, lecciones que he visto materializarse en ediciones anteriores.
El enfoque en seguridad, infraestructura, inversión, energía y comercio que menciona el comunicado oficial no es una lista genérica. Son los pilares fundamentales de la competitividad regional. Recuerdo rondas de negociación anteriores donde se priorizaba uno sobre otro. La sabiduría que da el tiempo demuestra que el enfoque debe ser integral. Una cadena de suministro resiliente, como la que buscan construir, requiere energía estable, infraestructura de clase mundial, flujos comerciales ágiles y un entorno seguro para los inversionistas y trabajadores. Es un ecosistema complejo donde cada pieza depende de la otra.
La promesa de “mayor prosperidad y seguridad” para las empresas y la fuerza laboral de ambos países es el objetivo final, pero el camino está lleno de matices. La verdadera prosperidad no se decreta en una reunión; se construye con acuerdos concretos, con la eliminación de barreras burocráticas que he visto obstaculizar proyectos prometedores y con una visión a largo plazo que trascienda los ciclos políticos. La decisión de Canadá de diversificar y fortalecer sus lazos con socios confiables es un reflejo de un mundo cada vez más volátil, una lección de geopolítica que todos hemos aprendido en los últimos años.
Este diálogo entre Carney y Sheinbaum sienta las bases para el capítulo siguiente de una asociación madura. El potencial es enorme, y desde mi perspectiva, el éxito no se medirá solo en los discursos, sino en la capacidad de ejecutar una visión compartida que beneficie por igual a las comunidades de ambas naciones.