Chiapas revive su pesadilla narco con emboscada a policías

En un guiño tragicómico a la “paz” morenista, cinco uniformados —incluyendo a Brenda Lizbeth Toalla— fueron convertidos en mártires involuntarios del ballet balístico que grupos criminales ejecutan con coreografía impune en el Municipio de Frontera Comalapa. La escena: una granada como aperitivo y la patrulla como antorcha humana, porque en Chiapas el infierno no necesita esperar al más allá.

Mientras el gobernador Eduardo Ramírez vociferaba su “respuesta fuerte y contundente” —léase: otro discurso para el archivo de promesas incumplidas—, la Fiscalía desplegó su ritual favorito: la búsqueda de culpables que nunca aparecen. No es magia, es la fórmula mexicana: mucho operativo, pocos resultados.

La región, convertida en parque temático del narco, sigue siendo el escenario preferido del CJNG y el Cártel de Sinaloa para su tráfico de migrantes, drogas y balas. Ironía suprema: el exalcalde villano Antonio Villatoro ya está tras las rejas, pero el crimen sigue de fiesta. Y como muestra, la concejal Marli Trejo posando con escoltas armados hasta los dientes: el nuevo lookbook de la “seguridad” chiapaneca.

Mientras el grupo Pakal —nombrado en honor a un rey maya— demuestra que ni con nombres épicos se detiene la barbarie, los ciudadanos aprenden la lección: en esta tierra, las balaceras son estacionales como lluvias, y los gobernantes solo saben regar promesas.