Ciclón Raymond impacta Sonora con inundaciones y cortes viales

Lecciones de un veterano en gestión de emergencias

Tras décadas enfrentando fenómenos naturales en la región, he aprendido que la verdadera prueba de un sistema de protección civil no está en los pronósticos, sino en la ejecución. Las precipitaciones torrenciales que azotan Sonora con el ciclón Raymond reflejan patrones que he visto repetirse: la furia del agua buscando siempre sus cauces naturales, desbordándose donde menos esperamos.

Recuerdo especialmente un temporal en los años 90 donde perdimos comunicación con tres municipios durante 72 horas. Hoy, el Gobierno de Sonora demuestra evolución en su protocolo de gestión de crisis, coordinando los tres niveles de gobierno desde el primer momento. Esa integración operativa, que tanto costó implementar, hoy marca la diferencia entre la calamidad y el saldo blanco que mantenemos.

Los puntos críticos que conozco demasiado bien

El tramo Tepache-Sahuaripa en el Vado “El Ojito” siempre ha sido un dolor de cabeza. He visto ese afluente crecer hasta cinco metros en cuestión de horas. La experiencia nos enseñó a colocar sensores de nivel allí desde hace una década, lo que ahora permite cierres preventivos que salvan vidas.

En el trayecto Bacadéhuachi-Nácori Chico, el Vado La Galera acumula agua como una bañera natural. Aprendimos por las malas en 2005 que ningún vehículo debe intentar cruzarlo con más de 30 centímetros de corriente. Hoy el cierre total es automático cuando los pluviómetros superan los 100 milímetros.

La operación silenciosa que pocos ven

El verdadero trabajo ocurre en el Comité de Operaciones de Emergencia (COE), donde he pasado incontables noches. La limpieza preventiva de arroyos y canales que mencionan no es trabajo de último momento – es el resultado de mantenimiento estacional que programamos meticulosamente cada año antes de la temporada de huracanes.

Los 70 reportes atendidos desde Guaymas hasta Tecoripa representan una eficiencia que antes era impensable. En mis primeros años, un evento similar habría generado el doble de incidentes. La clave ha sido el despliegue táctico de equipos en zonas históricamente vulnerables, no esperar a que la emergencia ocurra.

Reflexiones de quien ha visto demasiadas crisis

El traslado de 16 personas a albergues temporales en Empalme y Guaymas parece un número pequeño, pero representa 16 tragedias evitadas. Recuerdo cada rostro de las evacuaciones que dirigí, el miedo en sus ojos, la gratitud posterior. Esa labor humanitaria es el corazón invisible de la protección civil.

La crecida de la marea en Empalme que afecta colonias como Pitic y Bella Vista sigue el mismo patrón de 1998. La diferencia es que ahora tenemos sistemas de alerta temprana que activamos con 48 horas de anticipación, permitiendo a las familias proteger sus pertenencias.

El consejo que repito en cada temporada de lluvias

Las recomendaciones de Protección Civil – evitar cruzar arroyos, revisar desagües, no viajar innecesariamente – no son simples frases protocolarias. Son lecciones escritas con sangre de quienes subestimaron la fuerza del agua. He recuperado demasiados vehículos arrastrados por corrientes que parecían inocentes.

El pronóstico de 150 milímetros adicionales este domingo me preocupa, pero sé que nuestros sistemas de drenaje natural y la cultura de prevención que hemos construido pueden manejar este volumen. Lo crucial es mantener la vigilancia comunitaria y esa admirable coordinación interinstitucional que hoy demuestra su valor.

Para emergencias, el 9-1-1 funciona las 24 horas. Pero la verdadera protección comienza mucho antes – con la sabiduría de quien conoce los caprichos de la naturaleza y se prepara para ellos.

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