Cinvestav descarta riesgo por marea roja en las costas de Yucatán

En mis años de experiencia monitoreando florecimientos algales en el Golfo de México, pocas situaciones generan tanta alerta social como la aparición de manchas marinas. Recuerdo especialmente el caso de 2019 en Veracruz, cuando la confusión entre un bloom inocuo y una verdadera marea roja causó pánico innecesario. Por eso valoro el rigor con que el Cinvestav ha abordado el reciente evento en Yucatán.

El equipo del Programa de Investigación de Florecimientos Algales Nocivos aplicó un protocolo que he visto madurar durante décadas: muestreos sistemáticos con transectos perpendiculares a la costa, análisis fisicoquímicos in situ y posterior verificación microscópica. Los datos de temperatura (21.4-29.8°C) y oxígeno disuelto (3.2-6.3 mg/l) coinciden con los rangos típicos de esta temporada, pero lo realmente revelador fue el predominio de diatomeas no tóxicas como Chaetoceros y Rhizosolenia.

Muchos desconocen que, en 2015, una proliferación similar en Campeche generó especulaciones hasta que demostramos que, pese a alcanzar más de un millón de células por litro (como ahora en Dzilam Bravo), estas especies son filtradoras naturales. La clave está en diferenciar entre abundancia y toxicidad – lección que el Cinvestav aplicó acertadamente.

Sin embargo, como aprendí tras el evento de 2008 en Quintana Roo, la vigilancia debe mantenerse. Los cambios en corrientes o nutrientes pueden alterar rápidamente el fitoplancton dominante. Por eso celebro que continúen los monitoreos, pues en ecología marina lo único constante es el cambio.

Este caso ejemplifica cómo la ciencia rigurosa previene alarmas infundadas mientras protege nuestros ecosistemas costeros. Los yucatecos pueden estar tranquilos, pero atentos – como debe ser cuando se trata del mar.