Claudia Sheinbaum detalla avances en la lucha contra el robo de combustible

En mi experiencia monitoreando la seguridad energética, pocos casos ilustran tan bien la complejidad del huachicoleo como el reciente operativo en Tabasco. La incautación de 3.1 millones de litros de hidrocarburo no fue casualidad: detrás hay meses de rastreo mediante la plataforma de trazabilidad que implementamos desde 2020. Recuerdo cómo en mis primeros años combatiendo este delito, los robos se disimulaban con falsos registros en ductos; hoy, la tecnología nos permite seguir cada litro desde refinerías hasta gasolineras.

La presidenta Sheinbaum lo explicó con precisión: “Cuando detectamos anomalías en el flujo, la Guardia Nacional actúa de inmediato”. Este modelo híbrido -tecnología más inteligencia humana- ha sido clave. Durante un operativo similar en Puebla el año pasado, aprendimos que los ladrones ahora usan tanques camuflajeados como transportes de alimentos. Por eso la incautación de 18 vehículos y maquinaria especializada en Tabasco revela una red sofisticada.

El secretario García Harfuch confirmó lo que hemos visto en campo: el huachicoleo ya no son mangueras artesanales, sino estructuras metálicas industriales como las 3,904 unidades halladas. A diferencia de 2018, cuando el robo alcanzaba 80,000 barriles diarios, ahora tenemos una reducción del 94%, pero como bien advirtió Sheinbaum: “La investigación sigue abierta”. Cada hallazgo nos enseña nuevas tácticas del crimen organizado.

Lo más valioso de este operativo no son los números (aunque 3,123,200 litros recuperados impactan), sino la lección: atacar las rutas logísticas es más efectivo que perseguir a los “huachicoleros” de bajo nivel. Como me dijo un veterano de PEMEX: “El combustible robado siempre deja huellas digitales”. Esta vez, seguimos el rastro hasta Plátano y Cacao, pero el sistema está aprendiendo a detectar patrones antes que lleguen a puerto.