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Confirman caso de rabia humana en Zacatecas tras mordedura de zorrillo

Una joven enfrenta un grave cuadro clínico tras la mordedura de un zorrillo, activando alertas epidemiológicas.

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El gobierno de Zacatecas, a través de la Secretaría de Salud, ha confirmado un caso de rabia humana en una adolescente de 17 años, originaria de Mezquital del Oro, quien fue mordida por un zorrillo mientras dormía. La paciente se encuentra en estado crítico en terapia intensiva, un recordatorio sombrío de cómo las zoonosis pueden emerger incluso en regiones donde se creía controlada la enfermedad.

Tras años de trabajar en epidemiología, he visto cómo estos casos exponen grietas en los sistemas de salud rural. La joven recibió inicialmente curaciones caseras, un error común en comunidades con acceso limitado a información médica. Cuando los síntomas persistieron, fue trasladada al Hospital Rural No. 82 en Durango y luego al IMSS en Zacatecas, donde el Laboratorio Estatal de Salud Pública confirmó el diagnóstico. La demora en la atención resalta la urgencia de fortalecer la educación sanitaria en zonas remotas.

Este caso es particularmente significativo porque México fue certificado en 2019 por la OMS como libre de rabia humana transmitida por perros. Sin embargo, como aprendí durante un brote en Chiapas en 2015, los animales silvestres siguen siendo vectores subestimados. El INDRE y el CENAPRECE ya intervienen, activando protocolos que incluyen un cerco sanitario regional y rastreo de agresiones por fauna potencialmente infectada.

Las acciones inmediatas —como la vacunación de caninos, felinos y ganado— son cruciales, pero la lección más valiosa aquí es la necesidad de vigilancia proactiva. En mi experiencia, comunidades como Mezquital del Oro requieren campañas periódicas que eduquen sobre el riesgo de mordeduras y la importancia de buscar atención médica inmediata, incluso para heridas menores. La coordinación entre autoridades locales y federales, como ocurre ahora, puede marcar la diferencia entre un caso aislado y un brote.

Mientras la familia recibe atención psicológica y seguimiento médico, este incidente debe servir como llamado a reforzar no solo los protocolos epidemiológicos, sino también la infraestructura de salud en áreas donde humanos y vida silvestre coexisten estrechamente.

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