Culiacán amanece con 20 víctimas de violencia extrema en carretera

En un guiño siniestro a las “obras de arte” del crimen organizado, Culiacán exhibió hoy su última instalación: veinte cuerpos distribuidos con precisión burocrática. Cuatro cabezas ausentes balanceándose como piñatas macabras en un puente cercano al Seminario, mientras una camioneta Ford —convertida en sarcófago improvisado— alojaba a otras dieciséis víctimas, cuyos neumáticos perforados sugerían que ni siquiera en la muerte se permite el escape.

Las autoridades, siempre puntuales para certificar lo obvio, llegaron tras el amable aviso de que la carretera México-Nogales ahora incluía una exposición de anatomía forense al aire libre. La manta con mensajes —el toque curatorial de estos eventos— completaba la escena, porque en este país hasta los cadáveres reciben su copia del guión.

Mientras la grúa del SEMEFO realizaba el trámite de recoger evidencias (un proceso tan rutinario como recoger la basura los lunes), los funcionarios se limitaron a contar cabezas como si fueran boletos de una rifa siniestra. ¿Torturas? Detalles menores. Lo importante es que el conteo final coincida con el comunicado de prensa.

Así, entre expedientes que jamás se resolverán y titulares que mañana serán reemplazados, Sinaloa perfecciona su reputación como taller de horror donde la violencia es el único impuesto que se cobra con eficiencia.